Juicio histórico contra Jair Bolsonaro: Brasil define su destino
Lo que comenzó este martes en Brasil no es solo un juicio, es un capítulo que marcará la historia política del país. Jair Bolsonaro, expresidente ultraderechista (2019-2022), está sentado en el banquillo del Supremo Tribunal Federal (STF), acusado de conspirar para un golpe de Estado. La tensión en Brasilia es palpable: en las calles, los seguidores radicales esperan un milagro; en los tribunales, la justicia avanza con paso firme hacia lo que parece ser una condena inevitable.
Un expresidente entre la incertidumbre y la condena segura
Los propios correligionarios de Bolsonaro admiten lo que antes parecía impensable: su líder difícilmente saldrá ileso. La expectativa no gira ya en torno a la absolución, sino al tipo de pena que enfrentará. Analistas aseguran que podría dejar la prisión domiciliaria para ingresar en una instalación militar, por su pasado como capitán, o incluso a una cárcel común, algo inédito en la democracia brasileña.
El fantasma de Trump y la presión internacional
Uno de los interrogantes que más resuena fuera de Brasil es la reacción de Donald Trump. El expresidente estadounidense ya calificó a Bolsonaro como víctima de una persecución judicial, repitiendo la narrativa del “enemigo político perseguido”. Su respuesta al desenlace del juicio podría tensar aún más las relaciones internacionales y avivar el discurso populista en ambos países.
La dura acusación del Supremo Tribunal Federal
El informe inicial del juez Alexandre de Moraes y la acusación del fiscal general Paulo Gonet no dejaron margen de dudas: el expresidente fue parte de un plan organizado para quebrar el orden democrático. Documentos, testimonios y reuniones con la cúpula militar forman parte de las pruebas. Gonet fue tajante: “cuando un presidente y un ministro de Defensa convocan a los militares para formalizar un golpe, el proceso criminal ya está en marcha”.
El complot: dudas, violencia y un plan de asesinato
Los fiscales sostienen que el plan no se limitó a sembrar desconfianza en las urnas electrónicas. Incluía el motín del 8 de enero de 2023, cuando miles de bolsonaristas invadieron los poderes de Brasilia tras la investidura de Lula. Pero lo más grave: el presunto plan de asesinar al propio presidente Lula da Silva y a un juez del Supremo. De comprobarse, sería una de las conspiraciones más serias en la historia democrática de Brasil.
Bolsonaro ausente, entre la ira y la depresión
Contra lo esperado, Bolsonaro no compareció ante el tribunal. Se mantuvo en una lujosa residencia alquilada en Brasilia, siguiendo el proceso por televisión. Según allegados, su ánimo oscilaba entre la depresión y la furia. La imagen del “capitán fuerte” parece diluirse ante el peso de las pruebas y el aislamiento político.
Las voces en la defensa y los leales hasta el final
Mientras los abogados intentan frenar lo inevitable, algunos aliados mantienen su lealtad incondicional. El abogado Demóstenes Torres, en la defensa de un almirante retirado, aseguró en tono desafiante: “si Bolsonaro me pide cigarrillos en la cárcel, se los llevaré”. El detalle irónico: Bolsonaro no fuma. La escena refleja tanto la devoción ciega de sus seguidores como la fragilidad de la estrategia legal.
Lula: la justicia por encima de la revancha
En medio de la tormenta, el presidente Lula optó por un mensaje mesurado: “quiero que Brasil conozca la verdad. Si es inocente, que lo demuestre”. Sus palabras refuerzan el contraste entre un líder que ya enfrentó prisión sin quebrarse y un Bolsonaro debilitado, aferrado a la narrativa de la persecución.
Una sentencia que puede redefinir a Brasil
El juicio contra Jair Bolsonaro no es solo un proceso legal, es un espejo de la democracia brasileña. La condena, que analistas ven inevitable, no solo marcará el destino del expresidente, sino que puede reconfigurar el tablero político en América Latina. El desenlace enviará un mensaje claro: en Brasil, ni siquiera un exmandatario está por encima de la ley.
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