A pesar de la preocupación global por el aumento de los precios del petróleo, un análisis de HSBC revela que las economías emergentes de Asia están mejor preparadas que nunca para soportar el impacto, gracias a una transformación económica fundamental que ha reducido su dependencia del crudo.
En un entorno global marcado por la volatilidad geopolítica y la consecuente alza en los precios del petróleo, una preocupación constante para las economías de rápido crecimiento es el impacto en su desarrollo. Sin embargo, un reciente informe del banco de inversión HSBC ofrece una perspectiva sorprendentemente optimista para las economías emergentes de Asia, sugiriendo que, por ahora, pueden capear el temporal.
Mientras los mercados reaccionan a cada escalada de tensión en Oriente Medio, con el Brent rondando los 85 dólares por barril, el análisis de HSBC detalla dos razones fundamentales por las que el impacto en Asia podría ser significativamente menor de lo que se teme.
El Factor Divisa y la Perspectiva Anual
La primera razón, según HSBC, es una cuestión de perspectiva y de tipo de cambio. Aunque los precios del petróleo han subido recientemente, en una perspectiva interanual, el crudo sigue estando más bajo. Este efecto es aún más pronunciado cuando se mide en monedas locales en lugar de en dólares estadounidenses.
Para países cuyas monedas se han apreciado, el descenso es considerable. El informe cita un ejemplo claro: el precio del Brent medido en baht tailandés ha caído casi un 25% en el último año. Esta es una noticia especialmente relevante para Tailandia, ya que, según el mismo análisis, su economía es la más expuesta de la región a las fluctuaciones del precio del petróleo. Se estima que un precio sostenido de 85 dólares por barril hasta fin de año restaría un 0.2% a su PIB, el mayor impacto en la región.
La Clave Oculta: La «Intensidad Petrolera» del PIB
La segunda razón, y la más estructuralmente significativa, es una transformación silenciosa que ha estado ocurriendo en las economías asiáticas durante las últimas dos décadas. Los países de la región son ahora mucho más eficientes en el uso de la energía para generar riqueza. En otras palabras, necesitan mucho menos petróleo para producir cada dólar de su Producto Interno Bruto (PIB).
Desde 2004, la «intensidad de petróleo y gas» del PIB en la Asia emergente ha disminuido en promedio un 30%. En algunos casos, la mejora es aún más drástica: tanto en Indonesia como en Filipinas, esta intensidad se ha reducido en más de un 40%.
«Esto no significa que el petróleo no importe, el punto es que ahora importa significativamente menos. O, en otras palabras, los precios del crudo tendrían que subir mucho más para provocar grietas reales y profundas en Asia.» – Informe de HSBC.
Esta mayor eficiencia energética actúa como un amortiguador económico. Significa que un aumento en el precio del petróleo tiene un efecto multiplicador menor en la economía general de lo que solía tenerlo en crisis anteriores. Las industrias se han modernizado, las cadenas de suministro se han optimizado y la composición de sus economías se ha desplazado hacia sectores de menor consumo energético, como los servicios y la tecnología.
Aunque la resiliencia ha aumentado, la vigilancia sigue siendo clave. Un shock petrolero extremo seguiría teniendo consecuencias negativas. Sin embargo, este cambio fundamental en la estructura económica de Asia emergente sugiere que la región está mejor equipada que nunca para navegar las turbulentas aguas de los mercados energéticos globales, un factor de estabilidad crucial para la economía mundial.


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