Leonardo Padura: La Habana como bendición y fatalidad
Leonardo Padura, uno de los cronistas contemporáneos más destacados, ofrece en su libro “Ir a La Habana” (Tusquets, 2024) un relato profundamente personal sobre la transformación de su ciudad natal. La Habana, con todo su esplendor, decadencia y contradicciones, es la protagonista de una historia que abarca desde los años cincuenta hasta el presente, un espejo de esperanza, desencanto y supervivencia.
Una ciudad entre el esplendor y la represión
Padura nació en el barrio de Mantilla, en Cuba un espacio que todavía define su identidad. Desde allí, recuerda cómo su familia decía que iban “a La Habana” al dirigirse al centro, una metrópoli vibrante en los años cincuenta.
La Habana antes de la Revolución:
- Una ciudad fascinante, llena de promesas y belleza.
- Sin embargo, también cargaba con una dura represión política y una corrupción institucional que marcaban sus días.
El cambio llegó con la Revolución, transformando no solo la política, sino también la vida cotidiana y las relaciones humanas.
La polarización y el apagón cultural
El impacto de la Revolución fue profundo y devastador en varios sentidos. Padura describe cómo la “ofensiva revolucionaria” apagó muchas de las luces de la ciudad, tanto literal como metafóricamente.
Cambios clave que definieron esta etapa:
- Cierre de actividades privadas: Restaurantes, tiendas y talleres fueron clausurados o intervenidos, sofocando la vitalidad económica de la ciudad.
- Represión cultural: La censura artística y moral marcó a toda una generación.
- Transformación del espacio urbano: Barrios desfigurados y edificios en deterioro reflejaron el declive físico de La Habana.
Para Padura, estas decisiones fueron el inicio de la decadencia, una “ajenitud” que convirtió la ciudad en un lugar irreconocible para sus habitantes.
El “período especial”: ruinas físicas y humanas
La década de los noventa fue especialmente devastadora. La caída del bloque soviético dejó a Cuba sin los subsidios que sostenían su economía, profundizando el deterioro de La Habana.
Consecuencias del período especial:
- Parálisis de la ciudad: La falta de recursos dejó calles vacías y edificios al borde del colapso.
- Decadencia espiritual: No solo se trató de ruinas físicas, sino de una pérdida moral e ideológica que permeó en la población.
En este contexto nació Mario Conde, el famoso detective de Padura, cuyas historias reflejan las “ruinas circundantes físicas y humanas” de esa época.
Una crónica de amor y desencanto
La remembranza de Padura es un testimonio elocuente de lo que significa pertenecer a un lugar que se ama, pero que también duele. La Habana es para él “una bendición y una fatalidad”, un espacio donde el arraigo choca con la desesperanza.
Padura nos deja con una reflexión:
- La ciudad, su historia y su gente son el reflejo de las decisiones políticas y sociales que pueden enriquecer o devastar un lugar.
- Su ensayo es una alerta sobre los riesgos de ignorar la diversidad y las múltiples expresiones de la vida.
La Habana hoy: ¿un cambio posible?
Aunque el panorama puede parecer desolador, Padura escribe con el conocimiento y el cariño de alguien que no pierde del todo la esperanza. Su relato invita a reflexionar sobre cómo recuperar no solo los espacios físicos, sino también el alma de una ciudad herida.
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