En esta Nochebuena, mientras millones de familias mexicanas se reúnen para celebrar, surge una oportunidad para reflexionar sobre los grandes retos que enfrenta la humanidad: la violencia y el delito. ¿Son inherentes a nuestra naturaleza o pueden superarse con esfuerzo colectivo y decisiones estructurales?
¿Violencia inevitable o construcción social?
El psicólogo y lingüista Steven Pinker sostiene que la razón, la ciencia y el progreso han permitido reducir prácticas violentas como guerras y homicidios. Este avance, argumenta, no se debe a una naturaleza humana pacífica, sino a la creación de sistemas sociales más justos y funcionales, donde las leyes y las instituciones juegan un papel central.
Por su parte, el criminólogo Manuel Eisner, en su estudio sobre la historia de la violencia, demuestra que las tasas de homicidio en sociedades premodernas eran hasta 40 veces mayores que las actuales. Este descenso está vinculado al fortalecimiento de valores como la empatía, solidaridad y respeto mutuo.
Ambos expertos coinciden en algo esencial: la violencia y el delito no son inevitables, sino productos de estructuras sociales y económicas que pueden transformarse.
El capitalismo y la legitimación de la violencia
A lo largo de la historia, la violencia y la injusticia han sido herramientas funcionales para sistemas económicos como el capitalismo, que priorizan la acumulación de riqueza sobre el bienestar colectivo.
Ejemplos históricos de violencia legitimada:
- Guerras por recursos: Desde conflictos por petróleo hasta disputas por territorios estratégicos.
- Explotación laboral: Condiciones desiguales que perpetúan pobreza y desigualdad.
- Desigualdad estructural: Sistemas que normalizan brechas extremas entre clases sociales.
Superar estas dinámicas requiere desmontar narrativas históricas que justifican la violencia como una constante humana y avanzar hacia un modelo de desarrollo con rostro humano.
Los medios digitales y la normalización de la violencia
En la era digital, la violencia no solo se vive en las calles, sino también en los contenidos que consumimos.
- Cine, televisión y música: Glorifican la violencia y cosifican a las personas, especialmente a las mujeres.
- Videojuegos y redes sociales: Refuerzan comportamientos agresivos al presentarlos como entretenimiento.
Reflexionar sobre el impacto de estos contenidos es crucial para promover narrativas de paz y respeto en las próximas generaciones.
Tradiciones mexicanas: lecciones de convivencia y solidaridad
Frente a este panorama, nuestras tradiciones ofrecen una poderosa enseñanza. La tradición de las posadas, por ejemplo, no solo es un acto de fe, sino un ejercicio de hospitalidad y empatía, recordándonos que todos, en algún momento, hemos necesitado apoyo.
Este tipo de prácticas nos muestran que la fortaleza de una sociedad radica en su capacidad de colaborar y construir lazos comunitarios sólidos.
Un modelo de justicia con rostro humano
En la Ciudad de México, la Fiscalía General de Justicia ha dado pasos significativos hacia un modelo que prioriza la justicia social y los derechos humanos.
Logros clave:
- Procuración de justicia basada en datos: Focalización de recursos para prevenir y combatir el delito.
- Instituciones más transparentes: Reforzando la confianza ciudadana.
- Reparación integral a víctimas: Colocando a las personas en el centro de las acciones de justicia.
Estos esfuerzos demuestran que es posible construir una sociedad donde la paz y la equidad sean prioridades reales.
La paz como esfuerzo colectivo
Desmontar la idea de que la violencia es parte de nuestra esencia implica asumir una gran responsabilidad: trabajar juntos para construir un futuro más justo.
La historia no está escrita; cada decisión que tomamos contribuye a darle forma. En esta Navidad, renovemos nuestro compromiso con la paz, la justicia y la esperanza de un México mejor para todas y todos.
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