El reciente pacto comercial entre Estados Unidos y Japón es mucho más que cifras y aranceles; es la manifestación más clara de una calculada estrategia geopolítica estadounidense para reforzar su red de alianzas en el Indo-Pacífico y contener la creciente influencia de China.
El acuerdo comercial anunciado por Donald Trump con Japón, y los pactos simultáneos con Filipinas e Indonesia, no pueden analizarse de forma aislada. Vistos en conjunto, revelan una metódica ejecución de la «Doctrina Trump» en Asia: el uso del poder económico y la presión arancelaria como el principal instrumento de la política exterior para realinear el equilibrio de poder en la región y, sobre todo, para construir un frente unificado que contenga a Pekín.
La doctrina Trump: El comercio como arma Geopolítica
La estrategia es clara y se asemeja a un modelo de «hub-and-spoke» (eje y radios). Estados Unidos se posiciona como el eje central (hub) y fuerza a las naciones asiáticas (los radios) a negociar acuerdos bilaterales bajo la amenaza de severos aranceles. Este enfoque tiene un doble objetivo: maximizar la ventaja negociadora de Washington frente a cada país de forma individual y, crucialmente, prevenir la formación de un bloque comercial asiático cohesionado que pudiera presentar una resistencia unificada.
Al negociar uno a uno, EEUU evita tener que enfrentarse a la fuerza colectiva de organizaciones como la ASEAN o la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), donde la influencia de China es considerable.
Japón, el ancla de la estrategia estadounidense
Asegurar un acuerdo con Japón, la cuarta economía más grande del mundo y un aliado militar fundamental de EEUU, era el paso más importante. Este pacto no solo alivia la presión sobre un socio clave, sino que envía un mensaje contundente al resto de la región: si Japón ha llegado a un acuerdo, la resistencia es inútil.
La retórica de Trump ilustra esta dualidad. Mientras elogia la «fantástica relación militar» con Filipinas para contrarrestar a China en el Indo-Pacífico, simultáneamente afirma que EEUU «se lleva muy bien con China». Esta es una aplicación clásica de la diplomacia coercitiva: consolidar alianzas para negociar desde una posición de fuerza.
El Aislamiento de Pekín: El objetivo no declarado
Aunque las negociaciones comerciales entre Washington y Pekín continúan, con una posible extensión de la tregua arancelaria más allá del 12 de agosto, la estrategia subyacente parece ser la de aislar económicamente a China de sus vecinos. Al forjar una red de pactos comerciales centrados en EEUU, Washington busca debilitar la interdependencia económica de la región con China, el pilar de la iniciativa de la Franja y la Ruta de Pekín.
«Como tan pronto como el liderazgo en Pekín esté satisfecho de que Trump se comportará de la mejor manera y aceptará los términos de un acuerdo que ellos consideren favorables, darán luz verde a la visita.» – Danny Russel, Asia Society Policy Institute.
India y Corea del Sur: Los próximos en la fila
Con los acuerdos con Japón, Filipinas e Indonesia cerrados, la presión ahora se traslada a otras capitales asiáticas. Corea del Sur se enfrenta a una amenaza de arancel del 25% y la India a una del 26% si no alcanzan un acuerdo antes de la fecha límite del 1 de agosto.
En este complejo tablero, un movimiento reciente añade una capa de intriga: la decisión de India de reanudar la emisión de visados de turista a ciudadanos chinos por primera vez en cinco años. Este gesto de deshielo entre los dos gigantes asiáticos puede interpretarse de dos maneras: como un acercamiento a Pekín o, más probablemente, como una señal estratégica a Washington de que Nueva Delhi tiene otras opciones y no será fácilmente presionada.
La verdad, sin rodeos, es que estamos presenciando una reconfiguración geopolítica en tiempo real, donde los aranceles y los acuerdos comerciales son las nuevas armas en la lucha por la supremacía en el siglo XXI.


TE PODRÍA INTERESAR