Ruh al ruh: la historia de Khaled y Reem
Khaled Nabhan era un hombre con una vida sencilla y un corazón grande. Vivía en el campo de refugiados de Nuseirat, en Gaza, junto a sus nietos Reem y Tarik. Para él, Reem era “ruh al ruh” –el alma de su alma–, un vínculo que trascendía palabras.
Juntos recorrían en bicicleta los estrechos caminos del campamento. Khaled la peinaba, la abrazaba, le contaba historias y la hacía reír en medio de un entorno devastado por el conflicto. Pero en noviembre de 2023, un bombardeo aéreo acabó con la vida de Reem y Tarik.
La tragedia no detuvo a Khaled. A pesar del dolor, dedicó el tiempo que le quedó de vida a cuidar a otros niños, alimentar a los gatos callejeros, preparar comida para quienes no tenían nada y socorrer a los heridos en el hospital. Un disparo de tanque le arrebató la vida mientras intentaba ayudar a otros tras un ataque.
Una familia exterminada, una memoria que exige justicia
A Khaled Nabhan todo el mundo lo amaba en Gaza, Israel había asesinado a toda su familia pero él repartía esperanza entre los olvidados.
— Yla (@Ylainoa) December 16, 2024
Para Israel eso es terrorismo así que allí están celebrando que lo han asesinado. https://t.co/EkSAoxE9FV pic.twitter.com/sQm7vsNS6F
La muerte de Khaled y sus nietos no es un hecho aislado. Es el reflejo de una realidad dolorosa en Gaza, donde miles de familias han sido destruidas por el conflicto. No hay jardines ni parques en los que los niños puedan jugar. La devastación es total, y la vida parece apagarse bajo el peso de la codicia, el racismo y la indiferencia global.
La deshumanización detrás del conflicto
En Washington, Tel Aviv, Berlín y Ottawa, no hay luto por Khaled ni por Reem. Las decisiones políticas y la narrativa internacional los han despojado de su humanidad. En el cine y los medios, los palestinos son caricaturizados como enemigos sin rostro, mientras los perpetradores se presentan como héroes en una historia de dominación.
La memoria perdida: ¿Nunca más?
Las instituciones dedicadas a preservar la memoria, como la Casa de Ana Frank o el Museo Memoria y Tolerancia, parecen haberse vaciado de significado. Mientras recordamos el holocausto como una tragedia del pasado, ignoramos los genocidios del presente.
¿Qué significa “Nunca más” cuando millones de personas enfrentan despojo, masacres y olvido en Gaza y otros lugares del mundo?
Nuestra alma está en juego
El amor de Khaled por su nieta Reem nos recuerda la humanidad que compartimos. Decía con ternura: “Ruh al ruh, alma de mi alma”. Hoy, la pregunta es si aún somos capaces de reconocer nuestra alma en los demás, de indignarnos ante la injusticia y de actuar para detenerla.
No es sólo la historia de una familia exterminada; es un llamado a recuperar la empatía y a resistir la indiferencia que perpetúa el sufrimiento.
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