Pekín, China.- El gobierno chino ha anunciado con orgullo que su economía creció un 5.2% en el segundo trimestre de 2025, superando ligeramente las previsiones de los analistas. Sin embargo, detrás de esta cifra macroeconómica se oculta una realidad social alarmante: una crisis de deuda personal sin precedentes y un descontento silencioso que amenaza la estabilidad del «sueño chino».
Mientras las cifras oficiales se apoyan en las exportaciones y los subsidios gubernamentales, un análisis más profundo revela que el motor interno de la economía, el consumo, está gripado. Millones de ciudadanos de la clase media y trabajadora se enfrentan a salarios estancados, empleos precarios y, sobre todo, a una montaña de deudas que los está llevando al límite.
El Impacto Humano: «Sobrevivo Gracias a mis Padres»
La narrativa oficial de prosperidad choca con las historias personales. Más de 60 millones de adultos chinos, un 5-7% de la población productiva, están actualmente en mora o atrasados en sus pagos, según estimaciones de la consultora Gavekal Dragonomics. La deuda de los hogares se ha disparado a más del 60% del PIB, un nivel peligrosamente cercano al de las economías desarrolladas, pero sin sus redes de seguridad social.
Medios internacionales recogen testimonios anónimos por temor a represalias. Un joven profesor de la provincia de Guangxi confiesa no haber cobrado su salario en meses: «Solo puedo aguantar. Si tuviera una hipoteca, un préstamo para el coche y un hijo, la presión sería inimaginable», afirma.
El origen de esta crisis se encuentra en el estallido de la burbuja inmobiliaria. Un 65% de los préstamos a hogares en China son hipotecas, muchas de ellas para propiedades cuyo valor se ha desplomado, dejando a las familias atrapadas en un «patrimonio negativo».
¿Y Esto a Mí por Qué me Importa en México y Latam?
La conexión es directa y doble. Primero, China es el segundo socio comercial de gran parte de América Latina. Un frenazo en su consumo interno significa una menor demanda de materias primas como el cobre chileno, el hierro brasileño o la soja argentina, lo que impacta directamente en las economías y el empleo de la región.
Segundo, la debilidad del mercado chino obliga a sus empresas a exportar sus excedentes (acero, vehículos, etc.) a precios muy bajos, una práctica conocida como «dumping». Esto representa una competencia que puede ser ruinosa para la industria local en países como México, que lucha por consolidar su propio mercado manufacturero a través del nearshoring.
«Lo que estamos viendo es que los desafíos económicos de China, como la deflación y la sobrecapacidad, se están convirtiendo en un problema doméstico que exportan al resto del mundo», analiza un economista del Mercator Institute for China Studies.
El gobierno de Xi Jinping ha respondido con subsidios por valor de 42.000 millones de dólares para incentivar la compra de electrodomésticos y coches, pero el efecto ha sido temporal. Sin reformas estructurales, como una ley de quiebra personal o un sistema de bienestar social robusto, la bomba de tiempo de la deuda del consumidor chino seguirá corriendo.


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