Un nuevo e influyente análisis advierte que la «creciente desigualdad» es el desafío social más grave que enfrenta la Unión Europea. Este fenómeno, agravado por el bajo crecimiento económico y la pobreza energética, amenaza la cohesión y el futuro del proyecto europeo.
Mientras los titulares se centran en las crisis geopolíticas y económicas, una amenaza más silenciosa pero igualmente potente está erosionando los cimientos de la Unión Europea desde dentro. Un nuevo informe de análisis de tendencias globales ha identificado la «creciente desigualdad» como el desafío social más prominente y peligroso para el bloque de cara a la próxima década.
El informe advierte que, a medida que la UE entra en una era de «crecimiento económico lento y a largo plazo», ya no puede confiar en la prosperidad general para enmascarar o mitigar las disparidades. La brecha entre ricos y pobres, entre centros urbanos prósperos y zonas rurales abandonadas, se está convirtiendo en una fuerza centrífuga que alimenta la división política y socava la promesa fundamental de la unidad europea.
El Costo Humano de la Brecha: Pobreza Energética y Exclusión
Esta desigualdad no es un concepto abstracto. Se manifiesta en realidades concretas y duras para millones de ciudadanos. Un informe separado del propio bloque europeo revela que aproximadamente 48 millones de europeos no pueden permitirse mantener sus hogares adecuadamente calientes, un fenómeno conocido como pobreza energética.[22]
Esta crisis es particularmente aguda en las zonas rurales de países como Bulgaria, Rumanía y Grecia, lo que demuestra que la geografía es un factor clave en la desigualdad europea. La brecha no es solo económica, sino también digital y de oportunidades. El Consejo de la UE ha expresado su preocupación por la salud mental de los jóvenes en la era digital, afectada por el ciberacoso y el tiempo excesivo frente a las pantallas, problemas cuyos efectos también se distribuyen de forma desigual en la sociedad.
La Transición Verde y su Costo Social Oculto
Paradójicamente, una de las políticas estrella de la UE, la transición ecológica, podría estar echando leña al fuego de la desigualdad. Las medidas diseñadas para combatir el cambio climático, como los impuestos sobre el carbono o las regulaciones que encarecen la energía, tienen un impacto desproporcionado en los hogares con menores ingresos y en las regiones económicamente más frágiles.
Para un profesional adinerado en una capital europea, una factura de la luz más alta es una molestia. Para una familia de bajos ingresos en una zona rural, puede significar tener que elegir entre calentar la casa o poner comida en la mesa. Esta realidad crea un terreno fértil para los movimientos populistas que presentan la acción climática como un «proyecto de las élites» impuesto a la clase trabajadora, generando una reacción política que amenaza los propios objetivos medioambientales del bloque.
La Desigualdad como Amenaza a la Seguridad Nacional
La creciente división social no es solo un problema de justicia social, sino también una vulnerabilidad geopolítica. Una sociedad profundamente dividida, con grandes segmentos de la población que se sienten abandonados por sus instituciones, es un objetivo mucho más fácil para la desinformación y la injerencia extranjera.
Actores externos pueden explotar y amplificar las quejas existentes para sembrar discordia, debilitar la confianza en los gobiernos democráticos y, en última instancia, socavar la cohesión del bloque desde dentro. Por lo tanto, abordar la desigualdad no es solo una cuestión de política social para la UE; es un imperativo de resiliencia estratégica y seguridad nacional. El futuro del proyecto europeo puede depender no solo de su capacidad para defender sus fronteras, sino de su habilidad para sanar sus fracturas internas.


TE PODRÍA INTERESAR