La crisis por el ataque a la prisión de Evin se ha intensificado, después de que el poder judicial de Irán confirmara oficialmente que el número de muertos asciende a 71. Esta revelación, días después del bombardeo del 23 de junio, ha provocado nuevas y enérgicas reacciones internacionales, elevando la tensión en Medio Oriente a un nuevo nivel.
La confirmación del saldo de víctimas ha reavivado el escrutinio internacional sobre un ataque que fue mucho más que una operación militar convencional. El bombardeo sobre la prisión de Evin fue un golpe calculado contra el sistema nervioso de la República Islámica. Conocida como un símbolo de la represión del régimen, Evin alberga a prisioneros políticos, disidentes y ciudadanos con doble nacionalidad, convirtiéndola en el epicentro del control autoritario del país.
El mensaje israelí, que según sus oficiales buscaba golpear «símbolos del régimen», resuena con más fuerza ahora. Para el liderazgo iraní, la confirmación oficial de las muertes los coloca en una posición insostenible: minimizar el hecho proyecta debilidad, mientras que magnificarlo expone una vulnerabilidad que podría envalentonar a la oposición interna.
La reacción internacional se intensifica
Con la confirmación de las cifras, la comunidad internacional ha elevado el tono de su respuesta. El gobierno de Francia reiteró su profunda preocupación por la seguridad de sus ciudadanos detenidos en Evin, como Cécile Kohler y Jacques Paris, calificando el ataque de «inaceptable». Organizaciones como el Centro para los Derechos Humanos en Irán, con sede en Nueva York, han reafirmado su condena, subrayando que el ataque viola el principio de distinción entre objetivos civiles y militares, un pilar del derecho internacional humanitario.
«No iniciamos la guerra, pero respondimos al agresor con todas nuestras fuerzas… estamos preparados para darles una respuesta contundente si repiten la agresión», declaró el general de división Seyed Abdolrahim Musavi, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Irán, en una advertencia que cobra nuevo peso tras la confirmación de las bajas.
Por su parte, el gobierno iraní ha aprovechado la noticia de hoy para reforzar su postura, calificando el acto como un «crimen de guerra» y exigiendo una condena formal por parte de las Naciones Unidas ante lo que describen como un bombardeo «deliberado» contra una instalación con presos civiles.
Este evento marca un punto de inflexión. Durante décadas, el conflicto entre Israel e Irán se libró en la sombra, a través de guerras subsidiarias y operaciones encubiertas. Un ataque aéreo directo sobre una instalación de alto perfil dentro de la capital iraní, cuyo costo humano se confirma hoy, saca el conflicto de las sombras y lo pone en el centro del escenario mundial. Esta nueva fase de confrontación directa eleva exponencialmente el riesgo de un error de cálculo que podría desencadenar una guerra regional a gran escala.
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