La infancia que se apaga en Gaza
En Gaza, los juegos de Rahma Abu Abed, de 12 años, se han convertido en un refugio contra el trauma. Pregunta a sus amigos: “¿Qué comías antes de la guerra? ¿Cómo era tu casa? ¿Qué te pondrías si tuvieras ropa nueva?”. Las respuestas duelen más que consuelan: no hay carne en meses, su casa está en ruinas y su ropa yace bajo los escombros.
Hoy, Rahma y su familia viven en un almacén de pesca compartido con otras familias desplazadas. Su comida se reduce a un plato de lentejas o pasta al día. Sus recuerdos de heladerías y paseos por la playa son ahora imágenes irreconocibles en un viejo teléfono móvil.
Hambre como rutina diaria
Con el bloqueo alimentario, millones de gazatíes sobreviven entre colas interminables y disparos. El padre de Rahma arriesga su vida para llegar a los puntos de ayuda. Muchas veces regresa solo con granos de lentejas recogidos del suelo. “Si alguien me diera a elegir entre lápices de colores y pan”, dice Rahma, “elegiría el pan”.
Según la ONU, más de un millón de niños en Gaza necesitan apoyo psicosocial y sanitario urgente. El hambre se ha vuelto parte de la rutina infantil.
Escuelas destruidas, sueños congelados
Hala Abu Hilal, de 10 años, juega a ser profesora en un campamento de desplazados. Enseña matemáticas y alfabeto a sus hermanas en una tienda improvisada. Más del 95% de las escuelas en Gaza han sido destruidas o severamente dañadas.
El aprendizaje sobrevive en pequeños gestos: madres enseñando con teléfonos rotos, niños dibujando letras en la arena, voluntarios que improvisan aulas hasta que la violencia lo permite. Pero la brecha educativa ya alcanza casi dos años perdidos.
Juegos marcados por la guerra
Para Tala, de 8 años, la guerra transformó sus juegos. Lanza piedras imaginando que son misiles F-16. Antes soñaba con ser doctora y construir un hospital con su padre. Hoy lo recuerda desde el cielo.
Los juegos, que antes eran risas, ahora son un espejo deformado del trauma. La infancia se contamina de violencia, y el futuro se fractura.
Huérfanos de guerra
Sajed al Ghalban, de 10 años, perdió a sus padres en un ataque aéreo. Vive en un campamento con su hermano y una tía. Sus dibujos son su refugio: una casa que ya no existe, una madre comprando verduras que ya no puede traer.
Como él, más de 40,000 niños en Gaza han perdido a uno o ambos padres desde 2023. Muchos ahora se convierten en cuidadores de sus hermanos menores, forzados a crecer de golpe.
UNICEF: “La infancia desapareció en Gaza”
James Elder, portavoz de UNICEF, lo resume con crudeza: “Los rasgos normales de la infancia han desaparecido, sustituidos por el hambre, el miedo y el trauma”.
La guerra en Gaza no solo destruye edificios. Devora recuerdos, sueños y juegos. Convierte la infancia en supervivencia.
¿Un futuro posible?
Cuando Rahma ve aviones lanzar paquetes de ayuda, sueña con subir en uno y volar hacia un lugar sin guerra, con comida, escuela y juguetes.
La pregunta queda abierta: ¿será posible reconstruir una infancia robada por la guerra?


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