En el corazón de Mar del Plata, una ciudad balnearia argentina, una simple fotografía inmobiliaria desató un escándalo internacional. En la imagen de un anuncio de venta de una casa aparecía colgado sobre un sofá verde un retrato que no debería estar ahí: Retrato de una dama, del pintor italiano Giuseppe Ghislandi (1655-1743).
El cuadro no era cualquier pieza de colección, sino una de las tantas obras robadas por el régimen nazi en los años cuarenta al marchante judío neerlandés Jacques Goudstikker. El hallazgo, publicado por el diario neerlandés AD, abrió un nuevo capítulo en la larga y oscura historia del arte saqueado durante la Segunda Guerra Mundial.
De un coleccionista judío a manos del Tercer Reich
Jacques Goudstikker fue uno de los coleccionistas más reconocidos de Europa. Su galería en Ámsterdam albergaba piezas de valor incalculable. Con la invasión nazi, sus obras fueron confiscadas y vendidas a precios irrisorios. Su familia, perseguida, se vio obligada a abandonar Países Bajos, y la mayoría de sus tesoros artísticos quedaron en manos de altos mandos del Tercer Reich.
Entre esas piezas estaba el retrato de Ghislandi, cuya pista se perdió hasta que, ochenta años después, una fotografía casual en Argentina volvió a sacarlo a la luz.
La conexión argentina: la huida de los nazis tras la guerra
La propiedad en Mar del Plata donde apareció el cuadro está ligada a Friedrich Kadgien, un exoficial nazi apodado el “mago de las finanzas” de las SS y colaborador cercano de Hermann Göring.
Tras la derrota de Alemania en 1945, Kadgien huyó primero a Suiza y luego se refugió en Argentina, donde vivió impune hasta su muerte en 1978. Su historia forma parte de la conocida huida de criminales nazis hacia Sudamérica, donde encontraron refugio y complicidad política.
Un allanamiento con hallazgos inquietantes
El fiscal federal argentino Carlos Martínez ordenó el allanamiento de la residencia señalada. Para entonces, el lienzo ya no estaba en el lugar. Sin embargo, la policía recuperó armas antiguas, grabados, estampas y reproducciones de época, piezas que podrían servir como pruebas en la investigación internacional.
Interpol ya colabora en la búsqueda del cuadro de Ghislandi, que figura en listas internacionales de obras desaparecidas. La obra podría encontrarse en manos de coleccionistas privados o haber sido trasladada fuera del país.
La herencia de un saqueo y la lucha de los descendientes
Marei von Saher, nuera de Jacques Goudstikker, hoy de 81 años, ha dedicado décadas a rastrear las obras saqueadas a su suegro. “La búsqueda de las obras de arte de mi suegro comenzó a finales de 1990 y no la he abandonado hasta el día de hoy”, declaró con firmeza.
Para la familia Goudstikker, recuperar cada pieza es más que un acto patrimonial: es una reivindicación histórica contra el expolio nazi.
Entre la justicia y el encubrimiento
Aunque Patricia Kadgien, actual heredera de la propiedad, no ha sido acusada formalmente, su abogado confirmó que tanto ella como su esposo se pondrán a disposición de la justicia. De comprobarse su complicidad en la ocultación del cuadro, podrían ser procesados por encubrimiento de contrabando.
El caso revela cómo, incluso décadas después del fin de la guerra, las huellas del saqueo nazi siguen apareciendo en lugares insospechados.
El arte robado: heridas abiertas de la Segunda Guerra Mundial
El hallazgo del cuadro de Ghislandi en Argentina no es un hecho aislado. Miles de piezas de arte continúan desaparecidas, muchas ocultas en colecciones privadas o circulando en el mercado negro.
Cada descubrimiento reabre viejas heridas y recuerda la magnitud del expolio nazi, que no solo significó la pérdida económica, sino también cultural e identitaria de comunidades enteras.
La historia del Retrato de una dama es, al mismo tiempo, la historia de la memoria, la justicia y la lucha contra el olvido.


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