En una medida que desafía la cultura y la historia de Francia, el Primer Ministro Francois Bayrou ha propuesto eliminar dos de los once festivos nacionales del país para ahorrar miles de millones de euros. La sugerencia de sacrificar días tan emblemáticos como el Lunes de Pascua y el Día de la Victoria ha sido recibida con una inmediata y feroz oposición de sindicatos y partidos políticos.
El gobierno francés ha puesto sobre la mesa una de las propuestas de austeridad más controvertidas de los últimos años, una que no solo afecta al bolsillo, sino también al alma de la nación. En un intento desesperado por cuadrar las cuentas de un estado fuertemente endeudado, el Primer Ministro Francois Bayrou ha sugerido que los franceses trabajen más, renunciando a dos de sus preciados días festivos.
La Propuesta: Adiós al Lunes de Pascua y al 8 de Mayo
Dentro de un ambicioso plan de ahorro que busca recortar 44.000 millones de euros del gasto público, Bayrou señaló directamente a dos fechas del calendario.
- Lunes de Pascua: El Primer Ministro cuestionó su relevancia, argumentando que «no tiene significado religioso».
- Día de la Victoria (8 de mayo): Calificó el mes de mayo como un «auténtico queso Gruyère de festivos», debido a la acumulación del Día del Trabajo (1 de mayo), el Día de la Victoria y la Ascensión.
El objetivo, según el gobierno, es puramente económico: dos días laborables adicionales generarían una importante recaudación de impuestos y un impulso a la actividad económica. Sin embargo, la elección de los días a sacrificar no ha sido casual y ha tocado fibras muy sensibles.
Un Ataque a la Identidad Nacional
Si bien la eliminación del Lunes de Pascua puede ser debatible, la sugerencia de suprimir el 8 de mayo ha sido interpretada por muchos como un ataque a la memoria histórica de Francia. El Día de la Victoria no es un simple día libre; conmemora el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa y la rendición incondicional de la Alemania nazi en 1945.
Es una fecha que simboliza la liberación de Francia de la ocupación nazi y se celebra con solemnes actos en todo el país, presididos por el Presidente de la República en el Arco del Triunfo de París. Para muchos, es un pilar de la identidad republicana y un recordatorio de la lucha por la libertad y la democracia.
Sugerir que esta fecha es prescindible por razones económicas ha sido visto como una falta de respeto y ha transformado un debate fiscal en una profunda crisis cultural y de identidad.
«Toda la nación necesita trabajar más para producir más… por eso propongo que se eliminen dos días festivos para todo el país», justificó el Primer Ministro Francois Bayrou en su discurso.
El Contexto: Las Impopulares Reformas de Macron
Esta polémica propuesta no surge en el vacío. Se enmarca en la agenda reformista del Presidente Emmanuel Macron, cuya presidencia ha estado marcada por la implementación de políticas pro-empresariales que han generado una enorme contestación social.
El recuerdo de las masivas huelgas y violentas protestas contra la reforma que elevó la edad de jubilación de 62 a 64 años está todavía muy fresco en la memoria colectiva. Aquellas reformas, junto con recortes de impuestos para las grandes fortunas, consolidaron la imagen de Macron como el «presidente de los ricos» y alimentaron el movimiento de los «chalecos amarillos».
La propuesta de eliminar festivos encaja perfectamente en esta narrativa: una vez más, se pide un sacrificio a la clase trabajadora y media para sanear unas cuentas públicas afectadas, en parte, por políticas que benefician a las élites económicas.
La reacción no se ha hecho esperar. Sindicatos y la oposición, desde la ultraderecha de Agrupación Nacional hasta la izquierda, han rechazado de plano la idea. Con un gobierno en minoría parlamentaria, la aprobación del presupuesto se antoja una tarea titánica, y esta propuesta podría ser la chispa que encienda un nuevo otoño de descontento social en Francia.


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