El ritual estaba montado: megáfonos, tarimas y pantallas en 312 unidades militares donde, según el régimen, debían concentrarse millones de milicianos para una “fase avanzada” de adiestramiento. En muchos de esos puntos, sin embargo, apenas se vio una docena de asistentes o solo empleados públicos y dirigentes oficialistas. La imagen se repitió de norte a sur: anuncios triunfalistas y plazas militares que, en la práctica, lucieron semivacías.
La promesa que no llenó las filas
El Gobierno difundió mensajes por Sistema Patria, listas de WhatsApp y Telegram para convocar a los inscritos, pero la respuesta popular —según reportes locales— fue mínima. En Fuerte Manaure (Carora) y en otras guarniciones se registraron imágenes que muestran plataformas casi vacías, lo que alimentó comentarios de vecinos: “nadie quiere ser carne de cañón”, dijo uno de ellos, reflejando el cansancio y la desconfianza hacia llamados que mezclan lo cívico y lo militar.
Funcionarios presentes, pueblo ausente
Donde sí hubo presencia fue, en su mayoría, de figuras del PSUV y funcionarios: algunos empleados del Ministerio del Despacho, dirigentes locales y mandos militares conocidos que hicieron acto de presencia para la foto oficial. Incluso Diosdado Cabello y otros líderes viajaron a cuarteles emblemáticos; no obstante, la masa que Maduro pretendía activar no apareció. Estas escenas contrastaron con la narrativa de “millones alistados” que el Gobierno mantiene públicamente.
Contexto: tensión con EE. UU. y la retórica defensiva
La convocatoria se enmarca en una escalada discursiva de Caracas frente a lo que el Ejecutivo describe como “amenazas” internacionales —incluido un aumento de la presencia naval y operativos antinarco— que justifican, según el régimen, la “unión popular-militar”. Autoridades han presentado el plan como respuesta preventiva; analistas y opositores, en cambio, ven en él un ensayo de movilización y control político.
¿Por qué falló la movilización?
Las causas son múltiples: desgaste económico y social, credibilidad disminuida del Estado en amplios sectores, temor a convertirse en carne de cañón y la sensación de que convocatorias previas fueron más performativas que efectivas. Además, la ausencia notable de obreros estatales —incluso de Pdvsa— y la prevalencia de asistentes oficiales subrayaron el carácter más simbólico que real de la jornada.
Consecuencias y lectura política
El fracaso relativo de la jornada debilita la narrativa gubernamental de apoyo masivo y cohesionamiento popular. A corto plazo, el Ejecutivo puede responder con discursos energéticos y más actos protocolarios; a mediano plazo, la falta de adhesión podría aumentar la presión política interna y alimentar críticas sobre la eficacia del aparato de movilización social.


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