Era una mañana cualquiera del 22 de agosto de 1911 cuando el pintor Louis Béroud llegó al Salón Carré del Museo del Louvre para copiar la “Gioconda”. Al mirar hacia el muro donde solía estar, notó un vacío inquietante. La Mona Lisa había desaparecido.
Durante las siguientes 24 horas, nadie lo advirtió oficialmente. El personal del museo creyó que la pintura había sido trasladada para una sesión fotográfica, pero el error se desvaneció cuando hallaron el marco abandonado en una escalera. La noticia corrió como pólvora: “¡Han robado la Mona Lisa!” gritaban los periódicos parisinos.
Aquel robo, silencioso y meticulosamente planeado, sacudió al mundo del arte y marcó un antes y un después en la historia del Louvre.
Una investigación plagada de intrigas y sospechosos célebres
El inspector Octave Hamard, junto con el criminólogo Alphonse Bertillon, desplegó un operativo sin precedentes. Se tomaron huellas a 257 empleados, pero el rastro del ladrón parecía evaporarse.
El caso escaló hasta el escándalo cuando Guillaume Apollinaire, el poeta vanguardista, fue arrestado y vinculado con el robo por su amistad con Pablo Picasso. Ambos fueron interrogados y posteriormente liberados, pero el suceso quedó grabado como una mancha curiosa en sus biografías.
La tensión crecía mientras la reputación del Louvre se desmoronaba. El director Théophile Homolle dimitió, y Francia entera se preguntaba cómo el cuadro más valioso del mundo podía desaparecer sin que nadie lo notara.
El patriota italiano que robó la sonrisa más famosa
Dos años después, en diciembre de 1913, la verdad salió a la luz. En Florencia, el anticuario Alfredo Geri recibió una carta de un hombre que decía poseer la Mona Lisa. Su nombre era Vincenzo Peruggia, un vidriero italiano que había trabajado en el Louvre.
Vestido con una bata blanca, Peruggia se escondió en el museo y, aprovechando el cierre semanal, sacó la pintura bajo su abrigo. Durante su juicio declaró:
“Quería devolverla a Italia. Me dolía verla en suelo extranjero.”
El tribunal italiano, conmovido por su supuesto patriotismo, lo condenó apenas a siete meses de prisión. La Mona Lisa regresó triunfalmente a París en enero de 1914, escoltada como una heroína nacional.
Cómo un robo convirtió a la Mona Lisa en un mito
Paradójicamente, su desaparición multiplicó su fama. Antes del robo, la obra de Leonardo era conocida en círculos artísticos; después, se volvió un símbolo universal del arte y la belleza.
El caso obligó al Louvre a reformar su seguridad y transformó la manera en que los museos del mundo protegen su patrimonio. Hoy, más de un siglo después, el cuadro se exhibe tras un cristal antibalas, vigilado día y noche.
El reciente robo de las joyas napoleónicas del Louvre revive la memoria de aquel episodio: la tensión eterna entre la admiración por el arte y su vulnerabilidad.


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