En medio del horror silencioso que cubre a Gaza, una imagen logró lo que mil informes no pudieron: sacudir la conciencia del mundo. El 21 de julio, el fotógrafo Ahmed al-Arini capturó una escena desgarradora en una tienda de campaña improvisada: Mohamed Zakariya Ayyoub al-Matouq, un bebé de apenas un año y medio, reducido a piel y huesos, sostenido por su madre, Hedaya al-Muta.
La imagen es brutal. Su columna vertebral y costillas sobresalen como si la piel ya no pudiera contenerlas. Lleva una bolsa plástica como pañal. No hay juguetes, ni cuna, ni alimento. Solo una madre con las manos vacías, agotada por cuidar, por rezar, por intentar alimentar sin tener nada.
La madre que lo sostiene: «No tengo con qué alimentarlo»
Hedaya habló con la BBC. Su voz, serena pero rota, relata el abandono total:
«Pesaba nueve kilos. Ahora pesa seis. No puede sentarse ni mantenerse en pie. No tengo leche, no hay fórmula. Trabajo duro, pero no alcanza.»
Su esposo fue asesinado en la guerra. Ella quedó sola, sin ingresos, sin ayuda. Dice que reza y trabaja, pero que no puede más. «Estoy agotada», repite, como un eco que se multiplica en las miles de madres que atraviesan la misma pesadilla.
Una Gaza devastada: sin fórmula, sin agua, sin presente
La hambruna en Gaza no es una amenaza futura, es una realidad presente. Según el Ministerio de Sanidad gazatí, al menos 83 niños han muerto por desnutrición. Médicos Sin Fronteras alerta sobre «niveles catastróficos», mientras la ONU denuncia que hay 6,000 camiones de ayuda esperando entrar.
Israel, por su parte, alega haber permitido suficiente ayuda, y culpa a Hamás de obstaculizar su distribución. Pero en el terreno, la desesperación no entiende de política. Como dice el propio Ahmed:
«Mis sobrinos lloran pidiendo pan. Yo también tengo hambre. Trabajo con mareos. He visto a colegas colapsar por sed.»
Un fotógrafo que también sufre
Ahmed no es solo testigo: también es víctima. Sin alimentos, sin agua, sin dinero (le descuentan el 40% en comisiones por transferencias), intenta documentar una tragedia que también lo atraviesa. Su foto de Mohamed se ha viralizado, pero no basta con ver: hace falta actuar.
Una imagen que se volvió símbolo
La fotografía de Mohamed y Hedaya no necesita palabras. Su poder está en el silencio. En lo que no se puede decir cuando un niño lucha por vivir sin siquiera poder mantenerse en pie.
Ahmed no fue el primero ni será el último en documentar la hambruna en Gaza. Pero su imagen es hoy símbolo de una verdad incómoda: la infancia palestina muere en silencio.


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