La figura de Benjamin Netanyahu, el conflicto en Gaza y el resurgimiento del antisemitismo a nivel mundial han creado una atmósfera de tensión y polarización que no deja a nadie indiferente. Como alguien que vivió en carne propia la experiencia de ser parte de una familia judía marcada por el Holocausto, es imposible para mí observar la situación actual sin reflexionar sobre la identidad judía, los peligros de los prejuicios, y el legado de las atrocidades pasadas.
Para muchos judíos fuera de Israel, esta identidad no siempre representó un conflicto. Ser judío y vivir en la diáspora se podía vivir sin la preocupación constante de ser señalado. Hoy, sin embargo, el conflicto entre Israel y Palestina ha vuelto a encender una antigua llama: el odio hacia lo judío. Este conflicto ha dado nueva vida a una creciente ola de antisemitismo disfrazada de antisionismo, en la cual ser judío se convierte en sinónimo de ser “culpable”.
Identidad judía en un mundo polarizado: ¿Quién es el “otro”?
La identidad judía, como toda identidad cultural, es compleja y rica en historia y valores. Uno de los pensadores que mejor expresó esta visión fue Emmanuel Levinas, quien hablaba de la importancia de reconocer al “otro” sin importar la religión o nacionalidad. Así, el verdadero judaísmo incluye una visión en la que la empatía y la responsabilidad son pilares fundamentales.
Pensadores como Levinas y Amos Oz veían en el judaísmo y en la identidad israelí un compromiso con los derechos humanos y la igualdad. Hoy, esa visión inclusiva se ve amenazada tanto por quienes intentan reducir la identidad judía a una cuestión política, como por los que, dentro del propio judaísmo, adoptan posturas extremas y excluyentes. La herencia judía no se limita a una cuestión territorial ni política; es una filosofía de vida centrada en la dignidad humana, que, en su forma más pura, rechaza el odio y el fanatismo.
¿Antisemitismo o antisionismo?
Este es uno de los debates más complicados. Por un lado, cuestionar las políticas de un gobierno, en este caso el israelí, es legítimo. Sin embargo, cuando esas críticas se transforman en odio indiscriminado contra los judíos, estamos entrando en el terreno del antisemitismo. No se puede ignorar el aumento de incidentes antisemitas en todo el mundo cada vez que el conflicto se intensifica en Medio Oriente.
El antisemitismo no es una crítica política; es un prejuicio histórico que, bajo la excusa del antisionismo, hoy justifica ataques a individuos o comunidades por el simple hecho de ser judíos. Es necesario recordar que Israel, como cualquier país, está compuesto por una diversidad de opiniones y que no todos los judíos del mundo coinciden con sus políticas.
La herencia del Holocausto y el peligro del olvido
El Holocausto fue una tragedia que dejó una marca imborrable en la comunidad judía y en la historia de la humanidad. Es algo que resuena especialmente en las familias como la mía, que vivieron en carne propia las pérdidas y el dolor. Sin embargo, a pesar de ser uno de los capítulos más oscuros de la historia reciente, el antisemitismo está lejos de ser erradicado.
El odio que condujo a esas atrocidades sigue vivo en ciertos sectores, y en un mundo hiperconectado, se propaga con la facilidad de un rumor en redes sociales. La memoria histórica es esencial para evitar repetir los errores del pasado. Hoy, muchos de los valores fundamentales del judaísmo, como la empatía, el respeto y la justicia, se encuentran en peligro de ser tergiversados por el extremismo y la política.
¿Un conflicto sin fin?
La solución al conflicto israelí-palestino es un tema espinoso. Ambos lados han sufrido y la violencia solo ha engendrado más odio. Sin embargo, creo que la única salida posible está en la cooperación y el respeto mutuo, como lo proponían intelectuales como Zygmunt Bauman. Seguir permitiendo que las armas y el odio tomen el control del diálogo solo asegurará más muerte y desolación para ambos pueblos.
Es crucial que aquellos que tenemos el privilegio de vivir fuera del conflicto promovamos la paz, la tolerancia y la empatía. Estas son las bases del judaísmo que me enseñaron mis padres y mis abuelos, quienes enfrentaron el peor odio imaginable. Por ellos, y por las futuras generaciones, tenemos la responsabilidad de rechazar el odio en cualquiera de sus formas.
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