Corea del Norte destruye con explosivos las últimas conexiones viales y ferroviarias con el Sur y cambia su constitución para declararlo «estado hostil».
La tensión en la península de Corea ha alcanzado un nuevo pico después de que Corea del Norte destruyera con dinamita los corredores fronterizos, revisara su constitución para definir al Sur como «estado hostil» y pusiera a su artillería en máxima alerta, elevando el riesgo de un conflicto.
La península de Corea se encuentra al borde de una de sus crisis más graves en años. El régimen de Pyongyang ha pasado de la retórica beligerante a los actos físicos de agresión, «quemando los puentes» con Seúl de manera literal y simbólica, y elevando la tensión militar a niveles peligrosamente altos.
Destrucción física y bloqueo permanente
En una demostración de fuerza calculada, Corea del Norte ha utilizado explosivos para destruir los corredores terrestres y las vías ferroviarias que conectaban su territorio con Corea del Sur en la zona desmilitarizada. Estas vías, aunque en desuso, eran los últimos vestigios físicos de una posible cooperación y diálogo futuro. Su destrucción es un acto simbólico que busca sellar permanentemente la frontera y eliminar cualquier canal para la desescalada.
Un cambio constitucional que borra la historia
Simultáneamente, Pyongyang ha dado un paso aún más profundo y, posiblemente, irreversible. La Asamblea Popular Suprema ha revisado la constitución del país para definir oficialmente a Corea del Sur como un «estado hostil». Este cambio doctrinal abandona formalmente el objetivo histórico de la reunificación pacífica de la península, un pilar de la política intercoreana durante décadas.
«Construyamos un muro entre las dos Coreas para que no seamos conscientes el uno del otro y cada uno de nosotros pueda sobrevivir por su cuenta.» – Declaración oficial de Corea del Norte transmitida por medios estatales.
Escalada militar en la frontera
Estos actos políticos y simbólicos han sido acompañados por una escalada militar tangible. El ejército norcoreano ha puesto a sus unidades de artillería desplegadas a lo largo de la frontera en estado de máxima alerta, con órdenes de estar «totalmente preparadas para disparar».
En respuesta, el gobierno surcoreano de Lee Jae-myung se encuentra en una posición delicada. Ha suspendido sus propias transmisiones de propaganda con altavoces en un intento de no escalar aún más la situación y busca activamente impedir que grupos de activistas lancen panfletos contra Pyongyang desde su territorio. Sin embargo, mantiene a sus fuerzas en un estado de vigilancia reforzada ante la imprevisibilidad del régimen de Kim Jong-un.
La combinación de la destrucción de infraestructura, la redefinición constitucional de su vecino como enemigo y el endurecimiento de su postura militar sugiere que Pyongyang está cerrando deliberadamente la puerta a la diplomacia. Esta estrategia de confrontación permanente aumenta peligrosamente la probabilidad de un error de cálculo o un enfrentamiento accidental en una de las fronteras más militarizadas del mundo.


TE PODRÍA INTERESAR