Trata de personas en comunidades indígenas: una crisis que exige acción inmediata
La trata de personas no es un crimen invisible: se enraíza en territorios vulnerables, se disfraza de oportunidades y cobra sus víctimas en silencio. En México, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) ha puesto la lupa sobre un escenario alarmante: mujeres y niñas indígenas son las principales víctimas, atrapadas en redes de explotación sexual, servidumbre doméstica y trabajo forzado.
Entre 2020 y 2022, las denuncias por trata aumentaron un 37%, de 681 a 936 casos, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Pero las estadísticas son solo la punta del iceberg; detrás hay historias, rostros y comunidades enteras afectadas.
Un terreno fértil para el crimen: pobreza y discriminación
En las comunidades originarias, la trata se alimenta de condiciones históricas de marginación, pobreza y racismo estructural. Estas realidades han sido el combustible perfecto para que el crimen organizado expanda su control, obligando incluso a menores de edad a participar en actividades ilícitas.
Los métodos de captación son tan variados como crueles: desde anuncios falsos de empleo hasta promesas de mejores condiciones de vida en otras regiones del país. Los tratantes, conocedores de la vulnerabilidad local, no necesitan armas para atrapar a sus víctimas; les basta con palabras falsas y necesidades reales.
La campaña “Agentes de Cambio” y las voces que resisten
En el marco del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, la UNODC en México lanzó la campaña “Agentes de Cambio: saberes y resistencias frente a la trata”, diseñada junto a integrantes de las Casas de la Mujer Indígena y Afromexicana (CAMIA) y autoridades comunitarias.
La iniciativa incluye videos animados, espots de radio e infografías elaborados en lenguas originarias como amuzgo, tsotsil y totonaco, buscando llegar directamente a quienes más lo necesitan.
En Baja California, Margarita Cruz destacó que en San Quintín, donde la mayoría son mujeres jornaleras migrantes, la modalidad más frecuente es la condición de siervo, trasladando a personas para trabajar en otros estados en condiciones de abuso y sin derechos laborales.
Lengua y cultura como herramientas contra la trata
El valor de esta campaña radica en que no impone un mensaje externo, sino que nace desde la propia cosmovisión indígena. La información no solo se traduce, sino que se adapta a las formas de comunicación comunitaria, con radios locales y líderes que conocen las rutas del peligro.
Natalia Espinosa, coordinadora del proyecto, destacó que las CAMIA, bajo el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, se han consolidado como espacios seguros de atención y denuncia en estados como Chiapas, Guerrero, Puebla, Veracruz y Ciudad de México.
Modalidades de trata que persisten en comunidades indígenas
Las investigaciones y testimonios recogidos señalan que, además de la explotación sexual y laboral, se mantiene el matrimonio forzado, práctica que en muchas ocasiones se disfraza como “acuerdo cultural”, pero que en realidad encierra dinámicas de violencia, control y beneficio económico para terceros.
Un llamado a la acción colectiva
La trata de personas en comunidades indígenas no puede combatirse solo con leyes; requiere prevención, educación, fortalecimiento de redes comunitarias y compromiso político real.
Las voces de las mujeres y líderes comunitarios, amplificadas por campañas como “Agentes de Cambio”, demuestran que hay resistencia, pero también que es urgente sumar más manos para romper el ciclo de impunidad.
Cada estadística representa una vida interrumpida. Y mientras exista una sola víctima sin justicia, esta historia seguirá escribiéndose en silencio.


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