En un hecho sin precedentes, la Fiscal General de EEUU, Pam Bondi, ha clasificado a México como un «adversario» de Washington, al nivel de Irán, Rusia y China. Analizamos qué hay detrás de esta peligrosa etiqueta y cómo puede afectar directamente a los mexicanos.
En una declaración que ha sacudido los cimientos de la relación bilateral, la Fiscal General de Estados Unidos, Pam Bondi, incluyó explícitamente a México en la misma categoría que los rivales geopolíticos tradicionales de Washington: Irán, Rusia y China. Durante una comparecencia ante el Senado, Bondi afirmó que EEUU no se dejará intimidar por ningún «adversario extranjero» que busque dañar al país, ya sea militarmente o «llenando a nuestros hijos con sobredosis de drogas», mencionando a México en esa lista.
Esta clasificación verbal, aunque explosiva, se fundamenta en acciones previas de la administración Trump. La principal justificación es la designación, en febrero, de seis cárteles mexicanos —incluyendo el de Sinaloa y el Jalisco Nueva Generación— como organizaciones terroristas extranjeras. Esta medida los equipara, a ojos de la ley estadounidense, con grupos como Hezbolá o el Estado Islámico. La narrativa de la Casa Blanca es clara: México es percibido como un eslabón débil o un cómplice en la crisis del fentanilo que azota a Estados Unidos.
¿Es Oficial? La Delgada Línea entre Retórica y Sanción
Es fundamental entender la distinción. Aunque la declaración de la Fiscal General es políticamente incendiaria, México aún no ha sido incluido en la lista oficial de «adversarios extranjeros» según el Código de Regulaciones Federales de EEUU. Para que eso ocurra, se requeriría una Orden Ejecutiva presidencial. De suceder, las consecuencias serían drásticas, abriendo la puerta a sanciones económicas, restricciones comerciales, veto a tecnología y un posible aislamiento diplomático.
La declaración de Bondi, por ahora, es una poderosa herramienta de presión política y una señal de la dirección que está tomando la política exterior de EEUU hacia su vecino del sur.
«Donald Trump lo ha dicho fuerte y claro. No nos dejaremos intimidar y vamos a mantener seguro a Estados Unidos, no sólo de Irán, de Rusia, de China o de México», sentenció la fiscal Pam Bondi ante el Senado.
La reacción en México no se hizo esperar. La presidenta Claudia Sheinbaum respondió con firmeza desde Palacio Nacional, afirmando que «no somos piñata de nadie» y exigiendo «pruebas contundentes» ante las acusaciones. Por su parte, figuras de la oposición como el panista Ricardo Anaya han exigido al gobierno federal una investigación seria y profunda sobre los señalamientos, advirtiendo que no se debe minimizar un tema de esta gravedad.
La Guerra Híbrida contra México
La designación de «adversario» y las sanciones a los bancos mexicanos no son eventos aislados. Son las dos caras de una misma moneda: una estrategia de guerra híbrida no declarada que Estados Unidos está desplegando contra México. En lugar de utilizar la fuerza militar convencional, esta estrategia se basa en la coerción a través de herramientas financieras, diplomáticas e informativas para forzar un cambio en la política de seguridad mexicana.
El mecanismo funciona en varios frentes simultáneos:
1. Frente Financiero: Se ataca la estabilidad del sistema bancario con acusaciones de narcolavado, amenazando con sanciones que pueden provocar pánicos y quiebras.11
2. Frente Diplomático/Informativo: Se aísla y estigmatiza a México a nivel internacional al colocarlo en una «lista negra» de adversarios, dañando su reputación y capacidad de negociación.
3. Frente Retórico: Se mantiene una amenaza latente de intervención militar, como las repetidas declaraciones de Donald Trump sobre la posibilidad de bombardear laboratorios de droga en México.
Lo que estamos presenciando no es una simple disputa diplomática, sino una campaña de presión calculada y multifacética. Para el ciudadano mexicano, las implicaciones son directas y preocupantes. Esta estrategia genera incertidumbre económica que afecta al peso, pone en riesgo los ahorros, y podría complicar desde la obtención de una visa hasta las relaciones comerciales de las que dependen millones de empleos. La pregunta ya no es si la relación con EEUU es buena o mala, sino cómo navegar en un nuevo paradigma donde el principal socio comercial también se posiciona como un adversario.
¿Cómo debería responder México ante esta nueva estrategia de presión por parte de Estados Unidos?


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