Una ciudad que se hunde: el llamado urgente de la UNAM
La Ciudad de México vive un proceso silencioso, pero implacable. Según advertencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cinco alcaldías están en riesgo crítico por hundimientos del suelo. No se trata de un fenómeno nuevo, pero sí de uno que ha alcanzado velocidades alarmantes. La subsidencia, o descenso del terreno, ya afecta de forma severa a Iztapalapa, Gustavo A. Madero, Tláhuac, Iztacalco y Cuauhtémoc.
El problema no es sólo técnico ni exclusivo de la capital: afecta la vida, la seguridad y el futuro de millones de personas. Y como toda catástrofe anunciada, la ciudad debe decidir ahora entre adaptarse o reubicarse.
¿Qué es la subsidencia y por qué ocurre en la Ciudad de México?
La subsidencia es el hundimiento paulatino del terreno debido a factores naturales y humanos. En el caso de la capital mexicana, el origen está en su historia geológica y en las decisiones urbanas: construida sobre lo que fue el antiguo Lago de Texcoco, la ciudad reposa sobre suelos blandos, arcillosos y húmedos que se compactan fácilmente.
Pero el fenómeno se acelera con:
- La extracción excesiva de agua subterránea,
- La construcción masiva de estructuras pesadas,
- Y la falta de recarga natural de acuíferos.
Estos factores provocan que en zonas como Iztapalapa, el suelo se hunda hasta 40 cm por año, lo que en una década podría acumular tres metros de descenso.
Alcaldías en alerta roja: los epicentros del hundimiento
Iztapalapa: el más hundido del país
Con una población cercana a los dos millones, Iztapalapa es el rostro más alarmante de la subsidencia. Sus barrios se hunden a una velocidad de hasta 40 cm por año, provocando grietas, colapsos estructurales y roturas en sistemas hidráulicos.
Gustavo A. Madero y Tláhuac: presión sobre la infraestructura
En GAM y Tláhuac, el hundimiento ronda entre 20 y 30 cm por año. Se han reportado daños en vialidades, escuelas, drenaje y viviendas, lo que pone en jaque a miles de familias.
Iztacalco y Cuauhtémoc: el centro también cede
Aunque con un ritmo menor, de 10 cm anuales, estas alcaldías presentan una fragilidad crítica en edificios históricos y redes de agua, con riesgos acumulativos que podrían escalar en pocos años.
Consecuencias visibles: daños, inundaciones y crisis hídrica
La subsidencia no es un problema aislado. Provoca:
- Grietas en calles y edificios,
- Rompimiento de tuberías,
- Inundaciones más frecuentes, debido a la pérdida de pendiente para el escurrimiento del agua,
- Y una crisis en el abastecimiento de agua potable, agravada por la pérdida de presión y fugas constantes.
Además, los costos para reparar esta infraestructura son multimillonarios y no detienen el problema, solo lo retrasan.
¿Qué hacer ante un suelo que se hunde?
La UNAM plantea dos escenarios posibles:
- Adaptación urbana: construir infraestructura flexible, reforzar edificios, rediseñar drenajes y tolerar el desgaste.
- Reubicación masiva: mover a poblaciones vulnerables a zonas más seguras, lo cual implica un enorme reto social, económico y político.
Ambos caminos son difíciles, pero la inacción podría ser letal, especialmente para los sectores más empobrecidos que habitan en las zonas con mayor subsidencia.
El hundimiento no es exclusivo de México: un fenómeno global
Aunque el caso de la CDMX es uno de los más extremos del mundo, otras ciudades también enfrentan hundimientos preocupantes:
- Yakarta, Indonesia: el gobierno ya decidió trasladar la capital por hundimientos de hasta 25 cm anuales.
- Bangkok, Tailandia: hundimiento lento pero constante, por sobreexplotación de acuíferos.
- Nueva Orleans, EE. UU.: pierde altura por pérdida de humedales.
- Valle Central de California: cae por extracción de agua para riego intensivo.
- Venecia, Italia: el turismo masivo y la presión del agua obligaron a crear el sistema de contención MOSE.
En todos los casos, el patrón es el mismo: ciudades sobre suelos blandos, mal manejo del agua y urbanización sin límites.
Entre la urgencia geológica y el reto político
El hundimiento del suelo en la Ciudad de México no es una amenaza futura: es una realidad presente y acelerada. La UNAM ha alzado la voz con datos, mapas y simulaciones claras. La pregunta ya no es si la ciudad se hunde, sino cómo responderemos al colapso que ya comenzó.
En las próximas décadas, muchas zonas podrían ser inhabitables si no se actúa ahora. Y aunque la solución ideal no existe, lo que no puede permitirse es la indiferencia.


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