Cada año llega noviembre y con él, uno de los eventos más esperados por millones de mexicanos: El Buen Fin. Promociones, descuentos, meses sin intereses y letreros rojos por todos lados. Es la fiesta del consumo… y también el momento en que más fácil caemos en la trampa del impulso.
Porque seamos sinceros: ¿cuántas veces has dicho “solo voy a ver” y terminas saliendo con una bolsa llena o con una compra online que no planeabas? De hecho, hay toda una ciencia detrás de esas decisiones rápidas que tomamos cuando sentimos que estamos “aprovechando” una oferta.
El cerebro y las rebajas
Cuando ves un precio tachado o un letrero que dice “50% de descuento solo por hoy”, tu cerebro libera dopamina, la sustancia que te hace sentir placer y emoción. Es la misma que se activa cuando ganas un premio o te dan una buena noticia. Por eso comprar puede sentirse tan bien, aunque sea por un rato.
Los expertos en comportamiento del consumidor explican que nuestro cerebro interpreta las ofertas como una oportunidad de “ganar”. No pensamos en si realmente necesitamos el producto, sino en que estamos “ahorrando”. Y así, la emoción del momento se impone a la lógica.
“El acto de comprar genera una sensación de recompensa inmediata y las promociones la potencian porque activan nuestro instinto de oportunidad”, explica Gerardo Cárdenas, economista conductual y especialista en finanzas personales. “El problema no está en comprar, sino en hacerlo sin un plan. Si tu compra no está alineada con tus metas financieras, entonces el ‘ahorro’ se vuelve una ilusión”.
La trampa de la urgencia
Las tiendas (físicas y virtuales) lo saben y usan trucos que nos empujan a decidir rápido. Temporizadores, anuncios que dicen “últimas piezas disponibles” o “solo por 24 horas” son estrategias diseñadas para activar nuestro instinto de escasez.
“Cuando creemos que algo se va a acabar, sentimos miedo de perderlo y ese miedo nos lleva a actuar sin pensar demasiado. La sensación de urgencia nos roba la pausa que necesitamos para preguntarnos si realmente lo queremos o lo necesitamos”, agrega Cárdenas.
El economista afirma que, en el fondo, muchas compras impulsivas no tienen que ver con el objeto en sí, sino con cómo queremos sentirnos. La ropa nueva puede representar seguridad o frescura; un celular nuevo, éxito o pertenencia. Y está bien querer sentirnos bien, añade. “El problema llega cuando intentamos llenar vacíos emocionales con objetos. Lo irónico es que esa satisfacción suele durar poco, porque después llega la culpa o la preocupación por el gasto”.
EL BUEN FIN NO ES EL ENEMIGO
Para el economista Gerardo Cárdenas, El Buen Fin puede ser una gran oportunidad para comprar lo que sí necesitas a buen precio. Pero como todo, requiere estrategia. El truco está en comprar con conciencia, no con impulso.
“El consumidor informado tiene el poder. Cuando conoces tu presupuesto, tus prioridades y el valor real de las cosas, las estrategias de marketing pierden fuerza”, apunta Cárdenas. “El problema no son las ofertas, sino el exceso de emoción que nos hace olvidar la razón”, dice.
Por ello sugiere hacer una lista de lo que realmente se necesita, revisar precios días antes y fijar un presupuesto máximo. Así, el evento se convierte en aliado, no en tentación.
EL PODER DE LA PAUSA
La próxima vez que sientas la urgencia de comprar algo, haz una pausa y pregúntate:
• ¿Realmente lo necesito?
• ¿Lo compraría si no estuviera en oferta?
• ¿Estoy comprando con el corazón o con la cabeza?
• Si las respuestas no te convencen, mejor guarda ese dinero.
CONSEJOS PARA NO CAER EN COMPRAS IMPULSIVAS
• Revisa precios para saber si el descuento es real.
• No compres por presión: si tienes dudas, espera 24 horas antes de decidir.
• Evita comprar cuando estés triste, cansado o aburrido.
• Paga en efectivo o con una sola tarjeta para no perder el control.
• Recuerda: si lo que compras te genera ansiedad, no fue un ahorro, fue un gasto.


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