En México, el Día de Muertos no es solo una celebración, es un reencuentro espiritual. Cada altar y ofrenda representa el puente que une a los vivos con sus seres queridos que partieron, un acto de amor que vence al tiempo y la muerte.
Esta tradición, reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, combina las raíces prehispánicas con las creencias católicas introducidas durante la colonia, dando origen a una de las festividades más profundas y coloridas del país.
¿Cuándo se pone la ofrenda de Día de Muertos en México?
Aunque las fechas principales del Día de Muertos son el 1 y 2 de noviembre, la preparación comienza desde el 27 de octubre. De acuerdo con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), las almas regresan del Mictlán —el inframundo mexica— en distintos días:
- 27 de octubre: regresan las almas de quienes fallecieron de forma trágica o violenta.
- 30 y 31 de octubre: se recuerda a los niños que murieron sin bautizo.
- 1 de noviembre: es el Día de Todos los Santos, dedicado a los niños fallecidos.
- 2 de noviembre: es el Día de los Fieles Difuntos, en honor a los adultos que partieron.
Por ello, muchas familias colocan la ofrenda desde finales de octubre, adornada con flores de cempasúchil, velas y los platillos favoritos de sus seres queridos.
¿Qué día se quita la ofrenda de Día de Muertos?
Tradicionalmente, la ofrenda se retira el 3 de noviembre, una vez que las almas han regresado a su descanso eterno.
Sin embargo, algunas familias esperan hasta el 4 de noviembre, permitiendo que el aroma del cempasúchil guíe a los difuntos de regreso al Mictlán. Esta despedida simbólica marca el cierre de un ciclo espiritual lleno de respeto, memoria y amor.
El profundo significado de la ofrenda de Día de Muertos
Cada elemento del altar tiene un propósito espiritual. La ofrenda representa una guía para el alma y un homenaje lleno de simbolismo:
- Velas y veladoras: iluminan el camino de las almas.
- Incienso: purifica el ambiente y ahuyenta lo negativo.
- Agua: calma la sed del espíritu tras su largo viaje.
- Sal: protege y purifica a las almas.
- Flor de cempasúchil: su color y aroma guían a los difuntos hasta su hogar.
- Pan de muerto: simboliza el ciclo entre la vida y la muerte.
- Comida y bebida favorita: ofrece un festín de bienvenida.
- Papel picado: representa el aire, uno de los cuatro elementos sagrados.
- Fotografías: recuerdan la esencia de quienes ya no están.
Cada altar es distinto, pero todos comparten el mismo mensaje: honrar la memoria de los que se fueron y celebrar que siguen presentes en el corazón de los vivos.
Una tradición que trasciende generaciones
El Día de Muertos sigue siendo un símbolo de identidad nacional. Poner la ofrenda no es solo cumplir con una costumbre, sino mantener viva la conexión entre el pasado y el presente, entre lo tangible y lo espiritual.
Así, cada vela encendida y cada pétalo de cempasúchil iluminan no solo el camino de las almas, sino también el alma de México.


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