El panorama parece sacado de una novela tragicómica: un país con la maquinaria electoral lista para mover millones de boletas y abrir miles de casillas, pero con apenas unos cuantos aspirantes para el puesto de juzgador. Sí, en un movimiento tan eficiente como la Cuarta Transformación, la crisis de candidatos en el Poder Judicial resulta desconcertante.
El Doctor Patán, conocido por su aguda crítica, no pudo evitar reflexionar sobre este fenómeno. Entre pacientes y consultas, decidió renunciar a su “carrera presidencial” (irónica, claro está) para analizar seriamente su potencial incursión en la judicatura. “Si nadie más se apunta, ¿por qué no yo?”, pensó mientras revisaba las opciones educativas exprés en universidades como Humanitas y Cúspide.
Un país, pocos jueces y muchas preguntas
Esta crisis de candidatos no sólo es anecdótica; revela un problema más profundo. Los juristas de renombre parecen esquivar las convocatorias, lo que deja a la judicatura en un terreno incierto. ¿Es por la austeridad republicana? ¿O acaso el costo político de estar bajo el escrutinio constante de la 4T?
El Doctor Patán no lo deja pasar: “Entre el salario austero y las prestaciones limitadas, ejercer justicia ya no parece tan atractivo. Aunque claro, en un México sin corrupción, quizá pueda compaginar mi consultorio, mis colaboraciones en prensa y, si alguien me guía, meter a un familiar al sistema. Todo sea por la patria.”
Un llamado (a medias) a la judicatura
Con su característico humor, el Doctor Patán se plantea opciones menos ambiciosas: ser juez de primera instancia o magistrado. Imagina cómo sería su día a día, consciente de que no tiene ni la talla de una ministra Yasmín ni la conexión popular de una Lenia. “No basta con gritar ‘¡hija de su reputísima madre!’ en el transporte público”, reflexiona, mientras analiza los retos éticos y prácticos del cargo.
¿Qué dice esto de la justicia en México?
La sátira del Doctor Patán pone en evidencia un tema de fondo: la justicia en México enfrenta una transformación difícil. Por un lado, el discurso oficial busca desterrar los lujos del pasado; por otro, las condiciones actuales alejan a profesionales calificados. La incertidumbre de quién tomará estas posiciones clave genera dudas sobre el futuro de los tribunales en un país que busca consolidar su democracia.
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