En el corazón de la Ciudad de México, donde millones de personas dependen diariamente del suministro hídrico, una batalla silenciosa se libra bajo el pavimento. La Segiagua CDMX reveló que gracias a tecnología adquirida en abril de este año se detectan casi 100 fugas de agua no visibles por semana, un problema que hasta hace poco pasaba desapercibido.
Ricardo Munguía, subsecretario de Operación de Infraestructura Hidráulica, explicó que la meta del gobierno es ambiciosa: pasar de reparar 11 mil fugas al año a 100 mil reparaciones anuales en el corto plazo. “La pelea contra las fugas es constante”, recordó, comparando el reto con experiencias internacionales en Israel y Europa.
Gustavo A. Madero, la red más comprometida
Aunque no es la más antigua, la red hidráulica de Gustavo A. Madero concentra el mayor número de fugas, lo que evidencia un deterioro acelerado. En contraste, alcaldías como Iztapalapa, Iztacalco, Tláhuac y Milpa Alta sufren más por la escasez del recurso que por las fugas mismas.
La estrategia actual busca una rehabilitación focalizada, sustituyendo tramos de tuberías específicos en lugar de cambios masivos. En Tlalpan, por ejemplo, se trabaja en apenas dos cuadras críticas, priorizando el índice de fugas más que la antigüedad de la infraestructura.
Historias desde el subsuelo
Un ejemplo reciente se vivió en Iztacalco, donde una fuga formó un socavón en la calzada Ignacio Zaragoza. Los vecinos pasaron de la sorpresa a la frustración cuando los trabajos se complicaron al descubrirse un segundo desperfecto en el drenaje. Ocho metros de excavación no bastaron para ubicar el punto exacto de la fractura, lo que obligó a usar un radar de fugas.
“De noche se escuchaba correr el agua debajo del asfalto, pero nadie imaginaba que acabaría cerrando carriles enteros”, narró un comerciante de la colonia Agrícola Oriental.
Una deuda hídrica de décadas
Resolver el problema no será rápido ni barato. Según cálculos oficiales, sustituir la red completa tardará entre 20 y 25 años y requerirá una inversión cercana a 300 mil millones de pesos.
Mientras tanto, las fugas visibles y ocultas conviven con la escasez en varias alcaldías. En Iztapalapa, donde miles de familias esperan pipas cada semana, la percepción es clara: cada litro perdido es un golpe a la supervivencia.


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