La mañana del 23 de enero de 2025, un explosivo destrozó el cenotafio de Édgar Guzmán López, hijo del narcotraficante Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, en Culiacán, Sinaloa. Este ataque no solo afectó el monumento funerario, sino que también dejó impactos en vehículos cercanos y encendió nuevamente las alarmas en el corazón del narcotráfico mexicano.
Según el periodista Luis Chaparro, este acto fue una respuesta directa a las acciones de Los Chapitos, facción liderada por los hijos de ‘El Chapo’, en su disputa con La Mayiza, el grupo asociado con la familia Zambada.
La disputa detrás del ataque
De acuerdo con los audios difundidos por Chaparro en Pie de Nota, miembros de La Mayiza confirmaron que la agresión fue en venganza por la profanación de tumbas de la familia Zambada. Estas acciones, atribuidas a Los Chapitos, habrían ocurrido en diciembre de 2024 y en enero de 2025, afectando incluso la capilla donde descansaban familiares que no estaban involucrados en la guerra criminal.
En uno de los audios se escucha a un presunto integrante de La Mayiza retar abiertamente a sus rivales:
“Aquí los retamos, aquí los esperamos. Que se dejen de andar sacando muertitos, porque ellos también tienen familia”.
Daños materiales y simbólicos
El ataque al cenotafio de Édgar Guzmán dejó daños visibles en la cruz de acero y mármol, así como en un vehículo estacionado cerca. Sin embargo, el impacto va más allá de lo material. Este tipo de actos simboliza un mensaje claro dentro de la dinámica de poder de los cárteles: la guerra no respeta ni a los muertos.
Édgar Guzmán, asesinado en 2008, fue una figura cercana a su padre, ‘El Chapo’. Tras su muerte, sus hermanos Iván, Ovidio y Joaquín tomaron roles de liderazgo, consolidando la facción conocida como Los Chapitos dentro del Cártel de Sinaloa.
¿Qué significa este ataque para el futuro del narco?
El ataque evidencia cómo las disputas entre las facciones del Cártel de Sinaloa —La Mayiza y Los Chapitos— han escalado a niveles donde las venganzas alcanzan incluso espacios simbólicos como los cementerios y cenotafios.
Además, la capacidad de ambos grupos para responder con fuerza refleja una lucha por el dominio territorial y el control del negocio del narcotráfico.
Luis Chaparro advierte que estas acciones podrían intensificar aún más los enfrentamientos entre los bandos, afectando la seguridad de zonas como Culiacán, epicentro del poder narco en México.
Un ciclo de violencia sin fin
La profanación de tumbas y los ataques a monumentos funerarios son un recordatorio de la falta de límites en las guerras internas de los cárteles. La violencia ya no se limita a los enfrentamientos armados ni a los territorios, sino que también invade los espacios donde las familias buscan rendir homenaje a sus seres queridos.
Mientras las autoridades intentan contener la escalada de violencia, los audios revelados por Chaparro dejan claro que las disputas no cesarán pronto. Como dijo un integrante de La Mayiza:
“Como ellos quieren que sea el baile, vamos a bailar”
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