El presidente Donald Trump ha reiterado, a través de su equipo cercano, su determinación de utilizar a las fuerzas armadas de Estados Unidos para combatir a los cárteles criminales y organizaciones de narcotráfico que operan en el hemisferio occidental. La declaración fue realizada por Stephen Miller, subjefe de gabinete de la Casa Blanca, quien señaló que el mandatario considera a estas estructuras como “organizaciones terroristas extranjeras” que representan una amenaza directa para la población estadounidense.
Esta postura plantea un cambio significativo en el enfoque de seguridad, pues el combate al narcotráfico ha sido tradicionalmente una tarea de agencias como la DEA, el FBI o el Departamento de Justicia, y no de las fuerzas armadas.
Los cárteles como amenaza a la seguridad nacional
Miller enfatizó que, desde la campaña presidencial de Trump, se ha definido al narcotráfico como una prioridad de seguridad nacional. Según sus declaraciones, “no hay organización en el planeta responsable de más muertes de estadounidenses que los cárteles criminales del hemisferio occidental”.
Con esta visión, el gobierno estadounidense busca equiparar el poder destructivo de los cárteles con el de grupos terroristas internacionales. Esta clasificación abriría la puerta a medidas más agresivas, como operaciones militares directas, sanciones internacionales y mayor presión diplomática sobre países donde estas organizaciones tienen presencia.
¿Qué papel juega Venezuela en este escenario?
Un periodista cuestionó a Miller sobre el refuerzo naval de Estados Unidos alrededor de Venezuela, preguntando si estaba dirigido a los cárteles o si representaba una forma de presión hacia el gobierno de Nicolás Maduro.
Aunque el funcionario evitó dar una respuesta directa, recalcó que la prioridad de Trump es combatir el narcotráfico y el terrorismo en la región. Sin embargo, la presencia militar en el Caribe y cerca de costas venezolanas ha sido interpretada por analistas como una estrategia de presión doble: por un lado contra el régimen de Maduro y, por otro, contra las rutas del narcotráfico que cruzan por Sudamérica hacia Norteamérica.
Implicaciones para México y América Latina
La declaración también tiene repercusiones directas en México, país que ha sido señalado en repetidas ocasiones por la Casa Blanca como origen de gran parte de la droga que llega a Estados Unidos. Calificar a los cárteles como organizaciones terroristas extranjeras podría justificar intervenciones más directas, lo que ha generado preocupación en sectores diplomáticos.
Además, América Central y el Caribe también entrarían en el radar, ya que son corredores clave para el tráfico de cocaína y otras drogas hacia el norte. Países como Colombia, Honduras o Guatemala podrían enfrentar mayores exigencias en cooperación militar y de inteligencia.
Riesgos de una estrategia militarizada
El uso de las fuerzas armadas en el combate contra los cárteles no está exento de riesgos. En primer lugar, existe el peligro de escalar la violencia en países donde estas organizaciones operan, lo que podría afectar a poblaciones civiles.
En segundo lugar, se cuestiona la eficacia de un enfoque centrado en la represión militar, dado que experiencias pasadas, como el Plan Colombia o la militarización en México, han mostrado resultados limitados y, en algunos casos, un incremento de la violencia.
Finalmente, el marco legal también es un desafío. La clasificación de los cárteles como terroristas internacionales podría tensar las relaciones diplomáticas, sobre todo con naciones que rechacen cualquier intromisión militar extranjera en su territorio.
El debate en Estados Unidos
Dentro de Estados Unidos, la propuesta ha generado un fuerte debate político. Para algunos sectores conservadores, endurecer la estrategia contra los cárteles es necesario para frenar la crisis de adicciones y la entrada de fentanilo al país.
Sin embargo, opositores argumentan que militarizar la lucha antidrogas no resolverá las causas estructurales del consumo ni del tráfico, y que incluso podría derivar en intervenciones unilaterales que compliquen la cooperación internacional.
Este debate también se da en un contexto electoral, donde la retórica de mano dura de Trump busca conectar con votantes preocupados por la seguridad y la crisis de drogas.
¿Un cambio de paradigma?
Las declaraciones de la Casa Blanca reflejan la intención de Trump de llevar el combate contra los cárteles a un nuevo nivel, equiparándolos con grupos terroristas y habilitando así una estrategia militarizada.
Si bien esta postura busca enviar un mensaje de firmeza, también abre interrogantes sobre sus consecuencias en la región: ¿habrá mayor cooperación internacional o tensiones diplomáticas? ¿Se logrará reducir el impacto del narcotráfico en Estados Unidos o se repetirá el ciclo de violencia visto en experiencias pasadas?
Lo cierto es que el tema coloca nuevamente a la seguridad hemisférica en el centro de la agenda política, con un debate que trascenderá fronteras y que pondrá a prueba las relaciones entre Estados Unidos y sus vecinos en América Latina.


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