Cuando se anunció que James Gunn dirigiría Superman (2025), muchos imaginaron un reinicio cargado de acción, nostalgia y color. Pero pocos anticiparon que la nueva película del Hombre de Acero daría un giro tan político, convirtiendo a Clark Kent en un símbolo migrante y en una figura crítica del poder, los medios y el autoritarismo.
Un alienígena criado en Kansas
La película comienza con una escena ya icónica: Superman, interpretado por David Corenswet, siendo entrevistado por Lois Lane. No es solo una conversación romántica disfrazada de periodismo. Es el inicio de una exploración profunda sobre la identidad, la pertenencia y el miedo al “otro”.
Superman explica que sus padres lo enviaron a la Tierra para salvarle la vida. En tiempos donde el debate migratorio divide a Estados Unidos, esta escena resuena con fuerza. Es un relato de desplazamiento forzado, de adaptación, de lucha por la aceptación. Es, en esencia, el viaje de millones de migrantes.
Un Lex Luthor al estilo Elon Musk
Nicholas Hoult da vida a un Lex Luthor diferente: frío, manipulador y dueño de una plataforma de redes sociales desde la que esparce odio contra Superman. Aunque nunca se dice su nombre, las comparaciones con figuras como Elon Musk o incluso Donald Trump no tardaron en surgir. Luthor manipula la opinión pública, apoya gobiernos represivos y prioriza sus negocios sobre la vida humana.
La amenaza no viene de fuera, sino desde dentro del sistema.
Boravia y Jarhanpur: espejos de conflictos reales
La intervención de Superman en Boravia, país aliado de Estados Unidos, para impedir que invada a su vecina Jarhanpur, recuerda a conflictos como Israel-Palestina. Gunn ha negado inspirarse en Oriente Medio, pero los paralelismos son inevitables.
Superman elige proteger a los vulnerables, aún si eso lo pone en contra de los gobiernos poderosos. Como periodista y como héroe, Kent representa a quienes denuncian injusticias sin importar las consecuencias.
Herencia judía, crítica social y legado de Reeve
Superman fue creado por Jerry Siegel y Joe Shuster, hijos de inmigrantes judíos. Esa herencia está presente en esta versión de Gunn, que rescata las raíces sociales del personaje, invisibilizadas por décadas de patriotismo hollywoodense.Christopher Reeve lo intentó en 1987 con Superman IV: The Quest for Peace, hablando de desarme nuclear. James Gunn va más allá: aborda la xenofobia, el poder mediático y la manipulación digital, todo desde una historia que es, ante todo, humana.
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