Una nueva polémica sacude el mundo del arte. La inteligencia artificial ahora puede replicar el estilo de cualquier artista en segundos, un fenómeno que ha sido bautizado como «ghiblificación». Pero, ¿es un homenaje o un robo a gran escala?
En la intersección de la tecnología y la creatividad ha estallado un debate feroz. La inteligencia artificial generativa, capaz de crear imágenes asombrosas a partir de simples descripciones de texto, ha desarrollado una habilidad que fascina a unos y horroriza a otros: la capacidad de imitar a la perfección el estilo de artistas humanos. Este fenómeno ha sido apodado la «ghiblificación» de internet, en referencia a la popular tendencia de pedirle a la IA que redibuje cualquier cosa al icónico estilo del Studio Ghibli, el legendario estudio de animación japonés.
Lo que comenzó como un juego estético se ha convertido en el epicentro de una profunda crisis ética y legal. Para muchos artistas, esta práctica no es un homenaje, sino una forma de plagio masivo y «extractivismo cultural» que amenaza su sustento, su identidad y la propia definición del arte.
Sugerencia de imagen: Una imagen dividida. A la izquierda, una obra de arte original con un estilo muy distintivo (ej. similar a Van Gogh o Ghibli). A la derecha, varias imágenes generadas por IA que imitan ese mismo estilo, aplicadas a diferentes sujetos.
¿Qué es el «Extractivismo Cultural» en la era de la IA?
El término, acuñado por expertos en ética digital, describe cómo los modelos de IA son «entrenados» con miles de millones de imágenes extraídas de internet, muchas de ellas protegidas por derechos de autor, sin el consentimiento de sus creadores. La IA «aprende» los patrones, las pinceladas, la paleta de colores y la composición que definen el estilo único de un artista.
Luego, a petición de un usuario, puede replicar ese estilo y aplicarlo a cualquier concepto, despojándolo de su contexto, su significado y el esfuerzo humano que lo originó.
«Estamos pidiendo a la máquina que copie el estilo sin prejuicios ni filtros, con lo que banalizamos un arte que se basa en el cuidado, el detalle y el respeto. No es un simple homenaje estético, sino un extractivismo cultural que trivializa referentes profundamente humanos.» – Quelic Berga Carreras, profesor e investigador de la UOC.
El propio Hayao Miyazaki, cofundador de Studio Ghibli, criticó duramente el uso de la IA en el arte en 2016, mucho antes del boom actual, afirmando que era un «insulto a la vida misma» y que no entendía «el sentido del esfuerzo humano». Sus palabras resuenan hoy con una fuerza profética.
Los 3 grandes riesgos que enfrentan los artistas
Más allá del debate filosófico, los creadores enfrentan amenazas tangibles que podrían redefinir el panorama artístico para siempre:
* Pérdida de la autoestima creativa: Enfrentarse a una máquina que puede imitar en segundos un estilo que ha costado años o décadas perfeccionar puede ser profundamente desmotivador. Esto afecta la confianza de los artistas y su incentivo para seguir creando.
* Desdibujamiento cultural y homogeneización: La mezcla indiscriminada de estilos, fomentada por la IA, genera una «hibridación extrema». El riesgo es que las referencias culturales sólidas se borren, convirtiendo la creación en un collage superficial sin raíces ni identidad, una especie de «arte basura» estéticamente agradable pero vacío de contenido.
* Banalización y devaluación del arte: A medida que internet se inunda de imágenes espectaculares generadas por IA, el valor percibido del arte humano disminuye. Se reemplaza el significado y el proceso creativo por la mera apariencia estética, devaluando el trabajo de quienes sí dedican su vida a ello.
La batalla legal: ¿Puede la ley proteger a los artistas?
La legislación actual lucha por mantenerse al día con la velocidad de la tecnología. En Europa, la nueva Ley de Inteligencia Artificial (Artificial Intelligence Act) intenta poner orden. Obliga a los proveedores de modelos de IA a respetar los derechos de autor y a ser transparentes sobre los datos que utilizaron para entrenar a sus sistemas.
Sin embargo, los expertos advierten que la ley tiene «ambigüedades y lagunas». La falta de armonización entre las diferentes normativas crea un «incentivo perverso»: para las grandes tecnológicas, incumplir la ley resulta, de momento, más rentable que cumplirla.
Ante este panorama, los artistas no se quedan de brazos cruzados. Están surgiendo iniciativas como el proyecto TDMAI (Tracking, detection and management of AI infringement), impulsado por los propios autores para vigilar el uso no autorizado de sus obras mediante tecnología.
La fascinación por las asombrosas capacidades de la IA convive con una creciente preocupación por el futuro de la creatividad. El riesgo, como concluyen los expertos, no es solo perder el control sobre la creación, sino «acostumbrarnos a una mediocridad estética que trivializa el arte y la cultura». La carrera entre innovación y regulación ha comenzado, y su resultado definirá el valor del arte en el siglo XXI.


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