Tomar bebidas heladas en pleno invierno es una práctica que genera dudas, mitos y curiosidad. Muchas personas creen que puede causar enfermedades, empeorar la sensación térmica o incluso afectar a la digestión. Sin embargo, el cuerpo humano cuenta con mecanismos muy eficientes para mantener su temperatura interna estable, incluso cuando se ingieren líquidos extremadamente fríos. A continuación te explicamos qué ocurre realmente dentro del organismo cuando consumes algo helado durante los días más fríos del año.
Bebidas heladas y la respuesta natural del cuerpo
El principal proceso que se activa al tomar bebidas heladas es la termorregulación. Esta función se encarga de mantener la temperatura corporal cerca de los 36.5 °C, sin importar si el ambiente exterior está helado o caluroso. Cuando un líquido frío entra en contacto con el cuerpo, este ajusta su flujo sanguíneo y energía metabólica para equilibrar la temperatura interna.
Este mecanismo actúa rápidamente, por lo que la sensación de “enfriarse por dentro” es temporal. Aunque el contraste térmico puede ser notable, no representa un riesgo para la mayoría de las personas sanas. De hecho, el organismo es tan eficiente que logra estabilizar el impacto del frío en cuestión de minutos.
Efectos inmediatos de las bebidas heladas
Beber bebidas heladas no baja la temperatura corporal de manera generalizada. Lo que experimentamos es una percepción térmica que nuestro sistema nervioso interpreta como un estímulo frío. Esta sensación puede provocar temblores, piel erizada o incluso un pequeño sobresalto, especialmente si nos encontramos en un ambiente invernal.
Esa reacción es completamente normal y se debe al contraste entre el clima externo y la temperatura de la bebida. Aunque puede intensificar la percepción de frío, el cuerpo no entra en un estado de riesgo ni pierde calor de forma significativa.
La sensación de incomodidad suele ser breve. Después de unos minutos, el organismo recupera su equilibrio térmico sin mayor esfuerzo.
¿Las bebidas heladas pueden causar enfermedades?
Existe un mito muy extendido de que las bebidas heladas pueden provocar gripes o resfriados. Sin embargo, los especialistas coinciden en que estas enfermedades son causadas por virus, no por la temperatura de los alimentos o líquidos.
Lo que sí puede ocurrir es que el frío del ambiente contribuya a crear condiciones que faciliten infecciones virales:
- Disminución temporal de la respuesta inmunológica.
- Resequedad de la mucosa nasal, que reduce su capacidad defensiva.
- Menor flujo sanguíneo en la garganta, lo que aumenta la sensibilidad.
Esto no significa que las bebidas frías generen la enfermedad; solo pueden intensificar la percepción de vulnerabilidad si ya existe exposición a virus.
Bebidas heladas: descubre cómo reacciona tu cuerpo al tomarlas en invierno, qué efectos provoca la termorregulación y quiénes deben tener más precaución al consumir líquidos muy fríos.
Contracciones musculares y digestión
En algunas personas, las bebidas heladas pueden causar pequeñas contracciones en el esófago o el estómago, generando una punzada o sensación de “dolor de pecho”. Este fenómeno, aunque molesto, es pasajero y no representa un problema serio.
Quienes padecen gastritis, reflujo o irritación gastrointestinal podrían experimentar mayor incomodidad si consumen líquidos demasiado fríos justo después de comer alimentos calientes. El contraste térmico puede desencadenar molestias digestivas temporales.
¿Quiénes deben tener mayor precaución?
Aunque las bebidas heladas no suelen representar riesgos graves, algunas personas deben moderar su consumo, sobre todo en temporada invernal:
- Individuos con sensibilidad dental.
- Personas con antecedentes de asma o problemas respiratorios.
- Pacientes con infecciones de garganta recurrentes.
- Quienes padecen migrañas detonadas por estímulos fríos.
En estos casos, evitar temperaturas extremas puede prevenir malestares innecesarios.
Beneficios y consideraciones generales
A pesar de los mitos, tomar bebidas heladas no afecta negativamente a la salud general. El organismo está diseñado para manejar variaciones térmicas sin comprometer su estabilidad. Lo más común es experimentar un breve impacto sensorial, pero no un daño físico.
En días fríos, muchas personas prefieren bebidas calientes para aumentar la sensación de confort térmico. Sin embargo, elegir una bebida fría no representa un riesgo significativo, siempre y cuando no existan condiciones médicas particulares.
La clave está en escuchar al cuerpo. Si no hay malestar o sensibilidad especial, no hay motivo para evitar líquidos fríos durante el invierno. La termorregulación seguirá funcionando como siempre, manteniendo el equilibrio interno sin importar el clima exterior.
En conclusión, las bebidas heladas no causan resfriados ni enfermedades respiratorias. Tampoco bajan la temperatura corporal de forma peligrosa. La mayoría de las reacciones que provocan son interpretaciones del sistema nervioso frente al contraste térmico. Mientras su consumo sea moderado y no haya condiciones preexistentes, disfrutarlas en días fríos es totalmente seguro.


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