Hace muchos años, una amiga de la secundaria me presumió que iría al concierto de Joan Manuel Serrat en Saltillo. Esa emoción compartida no solo despertó mi interés en Serrat, sino que también me condujo hacia la obra de Miguel Hernández, el poeta de Orihuela. Desde entonces, las palabras de Hernández, con su dolor y amor por la humanidad, han sido una compañía constante en mi vida.
Hace unos días, Serrat fue galardonado con el Premio Princesa de Asturias, y la noticia trajo a mi memoria aquellas veladas de juventud en las que Serrat cantaba los versos de Hernández, León Felipe y Machado. A través de la música y la poesía, descubrí una narrativa de resistencia que aún hoy se enfrenta al odio y a la división, y que sigue resonando en las generaciones de ambos lados del Atlántico.
Hernández y la poesía de resistencia: un legado que trasciende fronteras
Miguel Hernández perdió la vida a los 31 años en una prisión de Alicante, víctima de la tuberculosis y la brutalidad de la dictadura franquista. Su vida fue corta, pero su legado permanece intacto: es una poesía de resistencia que nos recuerda el poder de las palabras frente al odio. Desde su poema «Nanas de la cebolla» hasta sus versos de amor y protesta, Hernández desafió la injusticia con una voz tan firme como vulnerable.
Serrat, en su música, le dio vida a esos versos, llevándolos a oídos que nunca habían leído a Hernández. Joan Manuel Serrat, el trovador catalán, no solo interpretó a Hernández; también trajo a la escena a otros poetas exiliados y marcados por la guerra, como León Felipe y Machado, cuyos caminos muchas veces se entrecruzaron en las calles de México. Ellos también encontraron en sus palabras un refugio y un arma contra la opresión.
La conexión entre México y la diáspora española: un puente cultural
La vida me llevó a conocer en Torreón al gallego Xerardo Moscoso Caamaño, quien llegó a México huyendo del franquismo. Exiliado, como tantos otros, Xerardo adoptó a México como su hogar. En el norte de México, trabajó, construyó amistades y compartió con todos su amor por la poesía y la música de su Galicia natal. Murió con el reconocimiento de Galicia y de Torreón, siendo un símbolo de la unión entre ambas tierras.
La llegada de la diáspora española a México dejó una huella profunda en nuestra cultura y sociedad. Los exiliados no solo compartieron sus conocimientos, sino también sus historias de lucha y resistencia. En Torreón, las calles que recorrieron León Felipe y Moscoso hablan de esa mezcla de culturas, de ese puente que une a México con una España fracturada por la guerra, pero unida en su humanidad compartida.
La lucha contra el odio: una historia que no debe repetirse
La historia de Hernández y de los exiliados españoles es una advertencia. En su época, el odio dividió a España y llevó a su gente a enfrentarse. Hoy, ese mismo odio amenaza con dividir a México. En medio de un ambiente político polarizado, la narrativa del odio busca enfrentar a unos contra otros, desdibujando nuestra identidad mestiza y poniendo en riesgo los valores de tolerancia y respeto que tanto necesitamos.
Miguel Hernández, con su poesía, nos muestra que el odio no conduce más que a la destrucción. Aquellos que promueven la división y el autoritarismo socavan los derechos de todos, negando nuestra esencia mestiza y atacando nuestra propia historia. La poesía de Hernández, al igual que la vida de Xerardo Moscoso, es un recordatorio de que la verdadera fortaleza reside en la unidad, en el respeto por nuestras diferencias y en la preservación de nuestra memoria compartida.
Una invitación a recordar y resistir
Para aquellos que no conocen Coahuila o Torreón, los invito a recorrer sus montañas y sus desiertos, a conocer el mestizaje que une a tlaxcaltecas y españoles, a libaneses, japoneses, chinos y muchos otros que han hecho de México su hogar. Porque nuestra identidad es una suma de voces, de colores y de historias que no pueden dividirse.
La poesía de Hernández y la música de Serrat nos enseñan que la memoria no es solo un registro del pasado, sino una herramienta de resistencia contra la injusticia y la intolerancia. Al recordar a Hernández y a Moscoso, honramos a quienes lucharon contra el odio y defendieron la humanidad. Su legado nos invita a resistir y a construir un México unido, donde nuestras diferencias nos fortalezcan y no nos dividan.
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