La economía de Estados Unidos (EU) comienza a enviar señales de menor dinamismo hacia el cierre del año. Indicadores clave como el mercado laboral, las ventas minoristas y la actividad empresarial reflejan una desaceleración que ya es seguida de cerca por analistas y empresas, especialmente en países altamente dependientes del desempeño económico estadounidense, como México.
Mercado laboral de EU pierde fuerza
Uno de los focos de atención es el empleo. La tasa de desempleo en EU se ubicó en 4.6 % en noviembre, su nivel más alto desde septiembre de 2021, de acuerdo con la Oficina de Estadísticas Laborales.
Aunque las nóminas no agrícolas aumentaron en 64 mil puestos durante noviembre, la cifra sigue mostrando debilidad estructural. En octubre, el dato fue negativo, con una caída de 105 mil empleos, lo que confirma una pérdida de tracción en la generación de trabajo.
Este comportamiento sugiere que las empresas estadounidenses están siendo más cautelosas al contratar, en un contexto de costos elevados y expectativas económicas menos favorables.
Consumo estancado y menor actividad empresarial
El consumo, motor central de la economía de EU, también muestra señales de fatiga. Las ventas minoristas no crecieron en octubre, su peor desempeño desde mayo, según la Oficina del Censo. Este estancamiento refleja una mayor prudencia de los hogares ante precios elevados, ingresos presionados y menor optimismo.
Por su parte, la actividad empresarial continúa en expansión, pero a un ritmo cada vez más lento. El PMI preliminar de diciembre de S&P Global mostró el crecimiento más débil desde junio. Chris Williamson, economista en jefe de S&P Global Market Intelligence, advirtió que el repunte económico reciente está perdiendo impulso.
El informe también señala un estancamiento casi total en la entrada de nuevos pedidos en el sector servicios y la primera caída de pedidos manufactureros en un año.
¿Recesión o economía en K?
Para Gabriela Siller, directora de análisis económico de Banco Base, el panorama no apunta todavía a una recesión profunda, pero sí a una economía en K. Esto significa que algunos sectores mantienen un desempeño sólido, mientras otros muestran un deterioro evidente.
De acuerdo con la especialista, áreas como la tecnología y la inteligencia artificial continúan creciendo, pero la actividad industrial enfrenta un declive visible. Este debilitamiento industrial estaría relacionado, en parte, con políticas proteccionistas impulsadas desde Estados Unidos, que afectan cadenas de suministro y comercio exterior.
Expectativas sobre la Reserva Federal
El debilitamiento de algunos indicadores ha reactivado la discusión sobre posibles recortes a las tasas de interés. Sin embargo, Nancy Vanden Houten, economista en jefe de Oxford Economics en EU, llamó a la cautela y señaló que aún no hay elementos suficientes para un cambio inmediato en la política monetaria.
Desde ING, James Knightley considera que la desaceleración en la creación de empleo y el aumento del desempleo podrían reforzar la postura de funcionarios de la Fed que apoyan futuros recortes de tasas, aunque no de forma inmediata.
¿Cómo impacta esto a las empresas en México?
México depende en gran medida de la economía estadounidense. Cerca del 80 % de las exportaciones mexicanas tienen como destino EU, por lo que cualquier enfriamiento económico tiene efectos directos.
Una menor demanda desde EU afectaría especialmente a sectores como el automotriz, manufacturero y agroalimentario, reduciendo ingresos para empresas exportadoras. Esto podría derivar en ajustes operativos, recortes de personal y, en casos extremos, cierres de plantas.
Riesgos para empleo, inversión y remesas
La desaceleración también podría impactar el empleo en México, sobre todo en regiones industriales y agrícolas vinculadas al comercio exterior. La reducción en exportaciones genera un efecto dominó que afecta proveedores, transportistas y comunidades enteras.
Otro frente sensible son las remesas. Si el mercado laboral estadounidense se debilita, la capacidad de los trabajadores mexicanos para enviar dinero a sus familias podría disminuir. Esto afectaría directamente el consumo interno, especialmente en estados altamente dependientes de estos recursos.
Menores exportaciones, menor inversión extranjera y una posible caída en remesas aumentarían la presión sobre la economía mexicana, en un contexto donde la dependencia del vecino del norte sigue siendo uno de los principales riesgos estructurales.
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