Mientras los equipos de la NFL inician sus campos de entrenamiento, en Dallas no se respira optimismo, se respira tensión. La saga del contrato de Dak Prescott no es una negociación, es la crónica de un secuestro a cámara lenta. Este tribunal declara a la gerencia de los Dallas Cowboys, encabezada por Jerry Jones, culpable de un error millonario histórico: ceder todo el poder de negociación a su quarterback, convirtiendo a la icónica estrella solitaria en un rehén de su propia creación.
El problema no es que Dak Prescott vaya a ganar $60 millones de dólares anuales. El problema es cómo y por qué ha llegado a este punto. Los Cowboys no están pagando por un rendimiento de élite en postemporada (que no ha llegado), están pagando el precio de su propia dilación, arrogancia y una serie de decisiones desastrosas.
El Error Millonario: La Anatomía de la Debilidad
El cargo principal es negligencia estratégica a largo plazo. La gerencia de los Cowboys cometió el pecado capital de las negociaciones: subestimar el poder del tiempo. Dejaron pasar dos oportunidades de oro para extender a Prescott por cifras que hoy parecerían una ganga. Primero, tras su espectacular temporada de novato. Segundo, antes de su lesión.
En cada ocasión, Jerry Jones jugó al póker, creyendo que la presión jugaría a su favor. El resultado fue catastrófico. Cada año que pasaba, el mercado de quarterbacks se inflaba y el rendimiento de Prescott en temporada regular, sólido pero sin trascendencia en playoffs, le daba más argumentos. La jugada de la etiqueta de franquicia no fue una solución, fue un parche que solo aumentó la deuda y el poder del jugador. Ahora, con un contrato que prohíbe explícitamente la etiqueta de franquicia y una cláusula de no-traspaso, Prescott tiene todos los ases. Puede exigir la cifra que desee o, peor aún para Dallas, irse en 2026 sin dejar nada a cambio.
El Legado Manchado: ¿Quién Manda en Dallas?
Este «error millonario» trasciende las finanzas. Mancha el legado de la franquicia. Los Dallas Cowboys, «El Equipo de América», la organización que se jactaba de su poder y mística, ha sido doblegada por un jugador. No por su talento generacional al nivel de un Mahomes o un Brady, sino por la incompetencia de sus propios directivos.
El veredicto es inapelable: Dak Prescott no es solo el quarterback, es el verdadero dueño del destino financiero y deportivo del equipo para los próximos años. Los Cowboys no tienen más opción que pagar lo que pida, hipotecando su futuro y su flexibilidad salarial en un jugador que, hasta ahora, no ha demostrado ser capaz de llevarlos a la tierra prometida. No es un contrato, es una sentencia.


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