Aunque muchas personas lo consideran una enfermedad del pasado, el sarampión continúa siendo una preocupación en comunidades con bajas tasas de vacunación. Es una enfermedad viral extremadamente contagiosa, que puede parecer leve en sus primeras fases, pero que es capaz de complicarse rápidamente si no se identifica y trata a tiempo.
Fase inicial: los síntomas tempranos que suelen confundirse
La primera etapa del sarampión ocurre antes de que aparezca el sarpullido, entre dos y cuatro días previos. Durante esta fase, los niños pueden presentar:
- Fiebre alta (superior a 39–40 °C)
- Tos seca persistente
- Secreción nasal
- Conjuntivitis (ojos enrojecidos y sensibles a la luz)
- Malestar general
- Fatiga y pérdida del apetito
- Manchas de Koplik: pequeños puntos blancos o azulados en la mucosa bucal, un signo distintivo del sarampión
Este conjunto de síntomas suele confundirse con un resfriado fuerte, lo que retrasa la atención médica oportuna.
Fase eruptiva: cuando el sarampión se manifiesta con claridad
Entre el cuarto y séptimo día, el sarampión entra en su fase más visible. Aquí aparece una erupción cutánea rojiza que comienza detrás de las orejas y en la cara, extendiéndose al cuello, tronco y extremidades. Las manchas pueden:
- Unirse entre sí, formando grandes áreas rojizas
- Aumentar en intensidad
- Acompañarse de fiebre persistente y decaimiento
Esta erupción suele durar entre cinco y siete días. Es el momento crítico en el que deben extremarse los cuidados y vigilar signos de alerta.
Señales de alerta: cuándo acudir de inmediato al médico
Hay ciertos síntomas que indican posibles complicaciones graves y requieren atención médica urgente:
- Fiebre que no cede con medicamentos
- Dificultad para respirar o respiración agitada
- Somnolencia extrema, confusión o desorientación
- Convulsiones
- Vómitos persistentes o diarrea intensa
- Dolor de oído o secreción
- Erupciones que adquieren un tono morado o no desaparecen
Estas señales pueden ser indicativas de neumonía, encefalitis, meningitis viral, otitis media, deshidratación severa o incluso problemas hemorrágicos.
Niños con mayor riesgo de complicaciones graves
Debe acudirse a urgencias si:
- El niño tiene menos de un año
- No está vacunado
- Ha tenido contacto con un caso confirmado de sarampión
- Padece enfermedades crónicas como asma, diabetes o inmunodeficiencia
- La fiebre y el sarpullido se presentan simultáneamente con decaimiento general.
Prevención: la importancia de la vacuna triple viral (SRP)
La vacuna triple viral (sarampión, rubéola y parotiditis) es la forma más efectiva de prevenir esta enfermedad. El esquema recomendado es:
- Primera dosis: a los 12 meses de edad
- Segunda dosis: entre los 4 y 6 años
Si no estás seguro de que tu hijo esté vacunado, consulta su cartilla de vacunación o acude al centro de salud más cercano. Completar el esquema es vital para protegerlo.
Cuidados en casa si el niño ya tiene sarampión
Si el diagnóstico ya se ha confirmado, se deben tomar medidas estrictas para evitar complicaciones y contagios:
- Aislar al niño al menos cuatro días desde el inicio del sarpullido
- Ventilar la habitación y evitar luz intensa (por fotofobia)
- Asegurar hidratación constante (agua, sueros orales, jugos)
- Controlar la fiebre con medicamentos seguros (evitar aspirina)
- Fomentar el reposo absoluto
Datos que preocupan: el sarampión en cifras
Según la OMS y UNICEF, los brotes de sarampión están aumentando en países donde la cobertura de vacunación ha disminuido. Millones de niños están en riesgo por desinformación, falta de acceso o rechazo a las vacunas.
Actuar a tiempo puede salvar vidas
El sarampión no es solo una “enfermedad infantil”, es una amenaza real para la salud pública. Reconocer los síntomas y actuar con rapidez puede significar la diferencia entre una recuperación tranquila o un desenlace grave.
La vacunación oportuna y la atención médica temprana son nuestras mejores herramientas.
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