Adicción digital: cómo las redes y videojuegos secuestran tu cerebro
Vivimos hiperconectados. Cada “like”, notificación o partida exprés activa pequeñas descargas de placer cerebral que nos empujan a seguir deslizando la pantalla. Aplicaciones como TikTok, Instagram, YouTube, o videojuegos con modalidades online han sido diseñados con precisión quirúrgica para captar nuestra atención el máximo tiempo posible, convirtiéndonos –como recuerda James Williams– en el producto cuando el servicio es gratuito.
Este sistema, catalogado dentro de las Tecnologías de la Relación, Información y Comunicación (TRIC), está construido sobre patrones neuroquímicos similares a las adicciones reconocidas por la OMS, como el juego patológico. El resultado: un número creciente de niños, adolescentes y adultos que acuden a consulta por consumo compulsivo de pantallas y problemas de convivencia, concentración o estado de ánimo.
¿Por qué las pantallas «enganchan»? Dopamina y mecanismos de refuerzo
La clave está en nuestro cerebro. El uso constante de redes o videojuegos provoca liberaciones repetidas de dopamina, neurotransmisor vinculado al placer, la motivación y el aprendizaje. Con el tiempo, ese circuito (núcleo accumbens, área tegmental ventral) se hiperestimula, generando:
- Tolerancia → necesito más tiempo conectado para sentir la misma satisfacción.
- Focalización → toda mi energía mental gira en torno a estar online.
- Dependencia psicológica → malestar cuando no puedo usar pantallas.
- Abstinencia → irritabilidad, ansiedad o apatía al desconectarme.
Los estímulos que refuerzan este “enganche” siguen dos modelos:
| Tipo de refuerzo | Características | Ejemplos |
|---|---|---|
| Continuo | El usuario controla el placer inmediato | Buscar vídeos o contenidos preferidos |
| Intermitente | Más adictivo, depende del azar o terceros | Likes, notificaciones, cajas botín |
El refuerzo intermitente (utilizado también en tragaperras) convierte al usuario en un buscador del premio, sin importar cuánto tiempo gaste en su búsqueda.
Efectos en el cerebro y la conducta
Estudios de neuroimagen muestran que quienes desarrollan adicción digital presentan alteraciones en:
- Corteza prefrontal → menor capacidad de planificación, autocontrol impulsivo.
- Sistema límbico → peor regulación emocional y mayor irritabilidad/explosividad.
- Vía dopaminérgica → necesidad constante de estimulación rápida (dificultad para disfrutar actividades “lentas”).
En etapas como la infancia y la adolescencia –cuando estas áreas cerebrales aún están en desarrollo– el riesgo se dispara. Factores como baja supervisión parental, dificultades socioeconómicas o antecedentes familiares de adicción aumentan la vulnerabilidad.
¿Cómo prevenir o romper con la adicción digital?
Basados en lo que ocurre dentro del cerebro, las claves del abordaje son:
1. Reeducar el circuito de recompensa
- Reducir gradualmente el tiempo en pantallas.
- Exponerse a actividades placenteras analógicas: deporte, música, lectura, naturaleza.
2. Entrenar funciones ejecutivas
- Establecer rutinas y objetivos diarios.
- Practicar la tolerancia a la frustración y el aburrimiento sin recurrir a pantallas.
3. Restablecer hábitos saludables
- Dormir adecuadamente (sin dispositivos en la noche).
- Comer en familia sin móviles, fomentar las relaciones presenciales.
- Incluir pausas tecnológicas durante el día.
4. Supervisión consciente, no punitiva
- Hablar abiertamente sobre los riesgos de la tecnología.
- Usar controles parentales, reglas claras y coherentes.
- Insistir en el uso responsable más que en la prohibición absoluta.
La tecnología no es el enemigo, el mal uso sí
Redes sociales, videojuegos y apps no son malas en sí mismas. El problema aparece cuando su uso sustituye a otras áreas vitales, secuestra la atención y modifica el funcionamiento cerebral al punto de generar dependencia. Con información, límites educativos y una cultura que promueva el bienestar offline tanto como el online, es posible aprovechar las ventajas del mundo digital sin caer presos de sus trampas neuroquímicas.


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