El fenómeno del “síndrome del descanso”: cuando el cuerpo colapsa después del estrés
Parece una paradoja: pasas semanas o meses bajo estrés laboral, afrontando responsabilidades, entregas y tensión emocional. Finalmente llegan las vacaciones o el fin de una etapa difícil, bajas la guardia… y entonces te enfermas. Dolor de garganta, gripe, infecciones, problemas gástricos o incluso eventos más graves, como un infarto, pueden aparecer justo cuando por fin te sientes libre. ¿Por qué sucede esto?
Este fenómeno, conocido informalmente como “síndrome del descanso”, ha sido observado por muchos profesionales de la salud. Y aunque todavía se investiga a fondo, existen varias teorías respaldadas por la ciencia que explican por qué el cuerpo reacciona así al relajarse.
El estrés como “sostén” temporal del sistema inmune
Cuando una persona atraviesa un periodo de presión intensa —ya sea por trabajo, estudios, crisis personales o cuidados a familiares—, el cuerpo activa su respuesta de lucha o huida, regulada por el sistema nervioso simpático. Esto genera la liberación de hormonas del estrés, como el cortisol y la adrenalina.
Estas sustancias tienen efectos complejos: pueden suprimir algunas respuestas inmunitarias, pero también activar otras en corto plazo. En ciertos casos, el estrés constante puede mantener al cuerpo “hiperalerta”, sosteniendo artificialmente ciertas funciones que lo mantienen activo y aparentemente sano. El problema viene cuando esta estimulación desaparece de golpe.
Al reducirse súbitamente el estrés, el sistema inmune puede quedar “desregulado”, y comienzan a manifestarse síntomas que antes estaban contenidos. Es como si el cuerpo, al detectar que ya no necesita resistir, bajara las defensas y se permitiera expresar lo que había estado reprimiendo.
Enfermedades comunes tras la relajación
Los cuadros más frecuentes que surgen después de un periodo de presión son:
- Infecciones respiratorias leves como resfriados, dolor de garganta o gripe.
- Dolores musculares o contracturas, que el cuerpo había estado ignorando.
- Síntomas gastrointestinales como gastritis, diarrea o colitis.
- Fatiga extrema o insomnio, al perderse el “impulso artificial” del cortisol.
- En casos extremos, eventos cardiovasculares, como hipertensión o infartos, sobre todo en personas con antecedentes.
Estos síntomas no siempre indican una enfermedad grave, pero son un mensaje del cuerpo de que ha estado funcionando al límite.
La importancia de la adaptación gradual
Los expertos en salud mental y medicina del estrés recomiendan que, si bien es positivo tomar descansos, estos deben ser graduales cuando se sale de una etapa de alta exigencia. Reducir el ritmo de forma progresiva, dormir bien, hacer actividad física moderada y mantener rutinas básicas ayudan al cuerpo a reajustarse sin colapsar.
También se sugiere que, durante los primeros días de vacaciones, las personas no pasen directamente del trabajo extremo al sedentarismo absoluto. Incorporar actividades que involucren movimiento físico y conexión social, sin exigencias laborales, puede ayudar a evitar ese bajón abrupto.
Lo emocional también pasa factura
Además de lo fisiológico, el sistema emocional también juega un papel importante. Muchas personas han reprimido emociones durante meses: ansiedad, tristeza, frustración o incluso duelo. Al relajarse, estas emociones pueden emerger con fuerza, generando estados de decaimiento, irritabilidad o incluso crisis de angustia. Esto, a su vez, debilita la capacidad del cuerpo de mantenerse en equilibrio.
Practicar el autocuidado emocional es clave: hacer pausas conscientes durante los periodos de estrés, hablar de lo que se siente, pedir ayuda psicológica si es necesario y no dejar todo el descanso para “cuando se pueda”. El cuerpo no tiene botón de pausa: todo lo que no se procesa, se acumula.
Descansar también requiere preparación
Enfermarse justo al comenzar las vacaciones o al terminar un proyecto importante no es una coincidencia. Es una señal de que el cuerpo ha estado conteniendo más de lo que podía, y que ahora necesita expresarlo. Comprender este fenómeno puede ayudarnos a planificar mejor nuestros descansos, cuidar la salud mental de forma proactiva y prevenir consecuencias físicas no deseadas.
El descanso verdadero no se logra solo alejándose de las tareas, sino preparando al cuerpo y la mente para soltar el estrés de manera saludable. Escuchar al organismo antes de que colapse sigue siendo el mejor remedio.


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