La otra cara del éxito con tirzepatida
Tresnae Ramsey, de 37 años, pensó que había encontrado la solución definitiva para recuperar su salud cuando comenzó a usar tirzepatida, uno de los medicamentos más potentes contra la obesidad. En menos de un año perdió 45 kilos y su vida cambió: el dolor causado por la endometriosis y la fibromialgia disminuyó, su presión arterial volvió a la normalidad y sus niveles de azúcar se estabilizaron. Sin embargo, lo que parecía una victoria absoluta escondía un nuevo desafío: la piel flácida que colgaba de su cuerpo y que transformó su confianza en inseguridad.
Un problema común y silencioso
Ramsey no está sola. La piel flácida ha acompañado durante décadas a quienes han pasado por cirugías bariátricas o procesos rápidos de adelgazamiento, pero hoy el fenómeno es más común que nunca debido a medicamentos como Ozempic, Wegovy, Zepbound y la propia tirzepatida. Uno de cada ocho adultos en Estados Unidos ya ha recurrido a ellos, lo que ha incrementado la demanda de procedimientos de contorno corporal y ha abierto la puerta a tratamientos alternativos, muchas veces costosos e ineficaces.
El choque emocional tras adelgazar
Si bien perder peso suele mejorar la salud y la autoestima, no todos viven la transformación como esperaban. Ramsey evitaba piscinas, gimnasios y espacios públicos donde su piel quedara expuesta. Otros pacientes reportan depresión e incluso afirman sentirse más seguros cuando tenían más peso porque su piel lucía firme. La flacidez no solo es estética: puede provocar erupciones, infecciones y molestias diarias.
Industria del colágeno y falsas promesas
En TikTok e Instagram abundan testimonios de cremas, colágeno y suplementos que prometen reafirmar la piel. Ramsey probó una docena de ellos, pero los expertos son claros: los resultados son superficiales y en la mayoría de los casos estéticos, sin un verdadero impacto biológico. Aunque suplementos y vitaminas pueden mejorar la apariencia de la piel, rara vez resuelven el exceso provocado por pérdidas de peso mayores a 20 kilos.
Opciones médicas y límites de la ciencia
Los dermatólogos ofrecen terapias con ultrasonido, radiofrecuencia o láser que estimulan colágeno y elastina, pero funcionan mejor en rostro y cuello, no en abdomen o muslos. Los resultados tardan meses y requieren tratamientos constantes, con un costo de miles de dólares por sesión. Los especialistas coinciden en que la única solución definitiva es la cirugía de eliminación de piel: abdominoplastias, liftings y paniculectomías. Sin embargo, estas operaciones implican riesgos, cicatrices y un precio que oscila entre 5.000 y 15.000 dólares, rara vez cubierto por los seguros médicos.
Entre cicatrices y orgullo
Para algunos pacientes, el costo es un obstáculo insalvable. Northam, una joven que perdió 68 kilos, solo logró operarse tras ahorrar durante un año completo en casa de sus padres. Ramsey, en cambio, aún espera que el tiempo y su disciplina hagan su parte. Camina cada día, aplica cremas y consume colágeno, aunque sabe que quizás no baste. Hoy mira su cuerpo con otra perspectiva: “Llevo mi piel flácida como una insignia de orgullo. Muestra lo que he superado”.
Un dilema que va más allá de la estética
El debate sobre la piel flácida revela un vacío en la medicina de la obesidad: ¿qué pasa después de perder peso? Más allá del triunfo en la balanza, el reto está en ayudar a los pacientes a enfrentar las consecuencias físicas y emocionales de un cambio radical en su cuerpo. El éxito de medicamentos como la tirzepatida abre la puerta a nuevas discusiones sobre salud, autoestima y acceso a tratamientos seguros.


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