Un amanecer devastador en Kiev marca un nuevo punto de quiebre
Eran las 6:20 de la mañana en Kiev cuando el estruendo partió el silencio. El cielo, que debía amanecer claro, se cubrió de humo, fuego y escombros. Edificios residenciales fueron pulverizados, autos calcinados y cuerpos rescatados entre montones de ruinas. La capital ucraniana vivió una “mañana horrenda”, como la describió su ministro de Relaciones Exteriores, Andrii Sibiga.
Once personas, incluido un niño de seis años, perdieron la vida. Otras 135 resultaron heridas. Y aunque ya no es novedad que Moscú descargue su poder militar sobre ciudades ucranianas, esta vez la magnitud, el momento y la rabia contenida llevaron al presidente Volodymir Zelensky a cruzar un umbral: exigir el cambio de régimen en Rusia.
“El mundo debe aspirar a cambiar el régimen ruso”: Zelensky
En una conferencia internacional celebrada en Finlandia, con motivo del 50 aniversario de la Conferencia de Helsinki, Zelensky lanzó una advertencia contundente: “Si el mundo no aspira a cambiar el régimen en Rusia, incluso después de esta guerra, Moscú seguirá desestabilizando a sus vecinos”.
Ya no basta con sanciones, dijo. Ahora, el mandatario ucraniano propone usar los activos congelados de Rusia para reparar el daño y debilitar el aparato de guerra del Kremlin.
El ataque con misiles y drones no fue una simple ofensiva táctica: fue, en palabras del propio Zelensky, “un asesinato ejemplarizante”. El objetivo no era solo militar, sino simbólico. Golpear el corazón de Ucrania.
La respuesta de Trump y la escalada verbal con Moscú
Apenas días antes, Donald Trump había dado un ultimátum de diez días a Vladimir Putin para cesar el conflicto. La amenaza incluía un nuevo paquete de sanciones que, según el expresidente estadounidense, “pondría de rodillas” al Kremlin.
Dmitri Medvedev, actual número dos del Consejo de Seguridad ruso, respondió de inmediato, calificando el ultimátum como “una amenaza directa de guerra”. Trump no se quedó atrás: “Están cruzando una zona muy peligrosa”.
La tensión diplomática escaló, mientras las bombas seguían cayendo.
Rusia reivindica una victoria en Donetsk, Ucrania la desmiente
Casi simultáneamente, el Ministerio de Defensa ruso anunció la captura de Chasiv Yar, un bastión clave en el frente oriental de Donetsk. Esta posición estratégica, situada en lo alto de una colina, ha sido codiciada desde hace más de dos años.
Pero la versión rusa fue rechazada de inmediato por Kiev. Viktor Tregubov, portavoz ucraniano, fue categórico: “El Ministerio ruso miente sistemáticamente”.
La ciudad, que tenía más de 12 mil habitantes antes de la guerra, hoy está completamente devastada. Su defensa ha sido un símbolo de resistencia para el ejército ucraniano.
La presión internacional no es suficiente
Los bombardeos de esta semana han dejado claro que Moscú no tiene intención de detenerse. La estrategia rusa avanza lentamente pero sin pausa. Cada metro ganado, cada ciudad arrasada, forma parte de un plan para consolidar el control de las regiones que Vladimir Putin considera “territorio ruso”: Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia.
A cambio, exige que Ucrania renuncie a su entrada en la OTAN. Pero ni Kiev ni sus aliados occidentales están dispuestos a ceder.
Zelensky insiste en que solo con una presión internacional real —económica, diplomática y política— se podrá forzar un alto al fuego que detenga el sufrimiento de millones de ucranianos.
Un pueblo que resiste en medio de la tragedia
El relato de Timofii, un ciudadano de Kiev, resume lo vivido por miles: “Me despertó el ruido de un misil. Todo se me vino encima. Fue aterrador. Es una pesadilla que no termina”.
Mientras los equipos de rescate buscan sobrevivientes, el mensaje del gobierno ucraniano es claro: la guerra no puede seguir siendo solo una preocupación regional. Es una amenaza global.
Zelensky ha elevado la apuesta. Ya no pide solo apoyo. Exige una acción definitiva. La historia juzgará si el mundo escuchó su llamado o prefirió mirar hacia otro lado.


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