Desde tiempos antiguos, la idea de que el cabello y las uñas continúan creciendo después de la muerte ha cautivado y hasta aterrorizado a personas de todas las culturas. Este mito, aunque romántico y oscuro, carece de base científica y se sustenta más en la ilusión visual creada por los cambios naturales en el cuerpo que en una verdadera capacidad de crecimiento post mortem.
En su novela Sin novedad en el frente, el autor Erich Maria Remarque pintó la imagen de soldados caídos cuyos cuerpos continuaban transformándose, con uñas que se enroscaban como “sacacorchos” y cabellos que crecían “como hierba en buena tierra”. Esta metáfora poderosa contribuyó a popularizar una creencia que sigue viva en la cultura popular y ha sido tema de innumerables películas, historias de terror y charlas informales.
¿Qué sucede realmente con el cuerpo después de la muerte?
Para comprender por qué el cabello y las uñas parecen crecer, es esencial entender los procesos de descomposición que atraviesa el cuerpo. En el momento en que el organismo muere, los sistemas metabólicos dejan de funcionar. Al no recibir oxígeno, las células madre encargadas del crecimiento de uñas y cabello dejan de producir queratina, la proteína fundamental de estas estructuras. Pero, ¿por qué entonces parecen crecer?
La explicación está en la deshidratación y la retracción de la piel. Al morir, el cuerpo comienza a perder líquidos y la piel, especialmente en áreas alrededor de las cutículas y el cuero cabelludo, se retrae al deshidratarse, lo que da la falsa impresión de que uñas y cabello han alargado su tamaño. Este fenómeno es simplemente una ilusión visual, como explican expertos en ciencias forenses, incluyendo al antropólogo William Maples, quien señaló que este cambio “no es más que una fantasía tenebrosa”.
La importancia de la ciencia forense en el estudio de los cambios post mortem
A diferencia de lo que indica el mito, ni las uñas ni el cabello crecen tras la muerte, pero ambos tienen un papel relevante en el estudio forense. Al analizar restos humanos, los forenses pueden examinar el cabello en busca de información genética y trazas químicas, que revelan aspectos de la vida y hábitos de la persona. Incluso años después de fallecer, el cabello puede conservar datos cruciales que ayuden en investigaciones criminales o estudios arqueológicos.
El investigador Desmond Tobin y el arqueólogo Andrew S. Wilson destacan cómo el cabello funciona como un archivo fisiológico, conservando rastros de toxinas, sustancias químicas e información genética que documentan las experiencias de vida de una persona. De hecho, en momias o restos preservados, el cabello ha sido clave para reconstruir el contexto histórico y social de personas de siglos atrás, brindando una ventana al pasado desde una perspectiva científica.
Mitos populares y la ciencia detrás del embalsamamiento
La idea de un crecimiento post mortem no es la única creencia popular. Las técnicas de embalsamamiento también contribuyen a la confusión. Este proceso implica reemplazar los fluidos corporales con sustancias como el formaldehído para retrasar la descomposición, lo que permite preservar la apariencia de la persona fallecida. Sin embargo, el embalsamamiento no tiene relación con el crecimiento del cabello y las uñas; su propósito es simplemente mantener la integridad del cuerpo durante los ritos funerarios.
Con la piel hidratada y los rasgos del rostro mejorados mediante cosméticos, es fácil ver por qué algunas personas piensan que los cuerpos embalsamados tienen un aspecto “vivo”. Sin embargo, el cuerpo eventualmente sucumbe a la descomposición y cualquier rastro de cabello o uñas desaparecerá.
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