Cuando los libros dejan de leerse, los autores no solo mueren físicamente, sino que también lo hacen en el olvido. Y, con ellos, la riqueza de una experiencia humana que se desvanece en la memoria. Quizá sea difícil imaginar cómo el abandono de un libro pueda afectar nuestro ser, pero, en esta era de velocidad e inmediatez, el olvido literario se está convirtiendo en una de las tragedias silenciosas de nuestra sociedad.
La muerte de los lectores: un olvido que transforma la identidad
La “muerte de los lectores”, según el escritor Javier Aranda, no es física, sino una muerte en la memoria. Aranda describe cómo, sin darnos cuenta, abandonamos la “casa íntima” que construimos al leer. Es como si los jardines internos, los lugares de confort y hasta el alma misma se marchitaran al quedar vacíos de historias y saberes que alguna vez florecieron.
Es un proceso imperceptible que se asemeja a perder algo invaluable en un sueño, algo que no recordamos exactamente pero que nos deja con una nostalgia inexplicable. En palabras de Aranda, el lector que abandona su hábito se convierte en un ser sin memoria, y como aquellos ecosistemas que alguna vez albergaron vida, queda transformado en un desierto sin vida ni vestigios.
El destino incierto de los libros en la era del olvido
La historia de la humanidad está llena de tragedias literarias: recordemos la Biblioteca de Alejandría, donde ardieron incontables textos que contenían siglos de conocimiento. Hoy, no hace falta fuego para extinguir libros, pues la negligencia y el desinterés son suficientes para hacer que se deslicen en el olvido, como si nunca hubieran existido.
Cada año, miles de títulos pasan al olvido sin haber sido leídos siquiera una vez, convirtiéndose en ecos sin receptor. Los libros apilados en las esquinas de las librerías, cubiertos de polvo, van perdiendo su oportunidad de ser descubiertos y comprendidos, y con cada título perdido, perdemos también un fragmento de nuestra memoria colectiva.
Bibliomancia: ¿un destino de infinita memoria?
La bibliomancia es la práctica de encontrar respuestas abriendo un libro en una página al azar. Este arte antiguo nos recuerda que los libros son puertas al conocimiento y a la reflexión, y que cada uno de ellos guarda fragmentos de vida y sabiduría que esperan ser encontrados. Imaginemos por un momento que existe un cielo para los libros, un espacio etéreo donde todas las palabras y voces se encuentran.
El filósofo y novelista Milán Kundera reflexionó sobre esta responsabilidad en su obra La inmortalidad. Kundera analiza cómo el destino de un libro no depende solo de quienes lo escriben, sino también de quienes eligen leerlo y conservarlo en la memoria. En este sentido, el lector tiene una responsabilidad, una especie de pacto silencioso, de mantener viva esa narrativa.
¿Qué perdemos al abandonar la lectura?
Cuando dejamos de leer, perdemos algo profundo en nuestra identidad. Los libros, como parte de nuestra historia personal y colectiva, crean un puente entre generaciones y permiten que las voces del pasado permanezcan vivas en el presente. En un mundo que avanza hacia la inmediatez, la lectura se convierte en un acto de resistencia, un compromiso con la permanencia y la memoria.
Pero más allá de eso, el abandono de la lectura nos priva de esa “casa íntima” de la que hablaba Javier Aranda. Sin libros, nos falta ese espacio donde podemos refugiarnos, reflexionar y conectar con emociones y experiencias que no son nuestras pero que enriquecen nuestra vida.
La era digital y la responsabilidad del lector
En un mundo digitalizado, donde la información es más accesible que nunca, resulta paradójico que muchos libros se pierdan en el olvido. Las modas y tendencias de lectura a menudo dirigen a los lectores hacia novedades pasajeras, mientras que los textos de valor intemporal permanecen relegados, cada vez más cerca del olvido. La elección de qué leemos y preservamos tiene un impacto directo en nuestra cultura y en la memoria colectiva.
El papel de cada lector es fundamental, pues la lectura es la última defensa de la inmortalidad de los libros. El simple acto de abrir una página y explorar su contenido mantiene vivas las ideas y experiencias que, de otro modo, desaparecerían en el vasto océano del olvido.
¿Estamos preparados para una cultura sin memoria?
La muerte de los lectores es, en última instancia, la muerte de la memoria y de nuestra conexión con el conocimiento. Si la lectura se convierte en una práctica secundaria, el vacío que deja es profundo y difícil de llenar. Cada libro olvidado es una puerta cerrada, un fragmento de la experiencia humana que pierde su oportunidad de contribuir al gran relato de la humanidad.
Revitalizar el hábito de la lectura es una manera de recuperar nuestra esencia, de recordar que somos parte de algo más grande y que, al leer, llevamos con nosotros una pieza de la historia humana. La bibliomancia, en este sentido, nos invita a descubrir y redescubrir los libros olvidados, otorgándoles una segunda vida y, a la vez, enriqueciendo nuestra propia historia.
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