En un México donde las cifras oficiales prometen una supuesta baja en los homicidios, la realidad en el terreno es otra. Detrás de los números, se esconde una violencia mucho más compleja, profunda y alarmante que ha evolucionado lejos de los reflectores gubernamentales. Así lo advierte el reciente informe “Aula en Acción 2”, elaborado por expertos de la Universidad Iberoamericana, el cual desmantela la narrativa de que la seguridad ha mejorado.
El documento revela que los homicidios dolosos y las desapariciones forzadas no solo siguen ocurriendo, sino que lo hacen con patrones más sofisticados y con una intensidad que los registros institucionales son incapaces —o reticentes— de reflejar.
Homicidios y desapariciones: una violencia que se oculta a simple vista
El informe señala un fenómeno preocupante: el aumento simultáneo de asesinatos y desapariciones, que apunta a una reconfiguración de las violencias. Ya no se trata solo de cuerpos abandonados en calles o ejecuciones visibles, sino de formas más sutiles, como desapariciones silenciosas y el hallazgo de restos humanos en fosas clandestinas.
“El homicidio ya no es el único termómetro de la violencia”, advierten los académicos. Hoy, el reclutamiento forzado, los desplazamientos internos y la desaparición sistemática de personas son expresiones de un conflicto estructural más profundo.
Zonas críticas: 10 estados concentran la mayor parte de la violencia
Aunque se habla de una baja nacional en homicidios, el estudio muestra que la violencia se ha concentrado en territorios clave. Estados como Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Sonora y Baja California no solo registran el mayor número de homicidios dolosos, sino que también presentan los mayores índices de desapariciones.
En total, más del 50% de los homicidios ocurren en solo 10 entidades, lo cual sugiere una convergencia territorial que no es casual: en estas zonas operan grupos criminales con capacidad de ejercer control armado sostenido y, en muchos casos, con colusión institucional.
Fosas, cadáveres sin identificar y registros inoperantes
Aunque los homicidios hayan bajado en cifras, los hallazgos de cuerpos en fosas clandestinas siguen al alza, al igual que la saturación de cadáveres sin identificar en los servicios forenses. Además, el número de personas desaparecidas continúa creciendo sin freno.
Esta aparente contradicción revela un punto clave del estudio: la violencia no ha disminuido, solo ha cambiado de forma. Hoy, las modalidades son más invisibles, menos mediáticas, pero igual o más devastadoras.
¿Por qué los datos no reflejan la realidad?
El informe denuncia que los sistemas de recolección de datos sobre violencia están profundamente debilitados. Muchas de las plataformas creadas para registrar homicidios y desapariciones funcionan con bajo presupuesto, sin autonomía técnica, y con procesos de validación insuficientes.
Además, existen barreras legales e institucionales que impiden documentar adecuadamente los casos. Esto ha derivado en una especie de “ficción estadística”, donde las cifras oficiales son usadas más para sostener narrativas políticas que para enfrentar la realidad.
La nueva cara de la violencia: invisible, estructural y sin justicia
La conclusión es alarmante: la violencia no ha cedido, sino que se ha vuelto más estructural, territorializada y resistente al escrutinio público. En muchos casos, es una violencia tolerada o incluso facilitada por entramados institucionales debilitados, que van desde policías locales hasta estructuras judiciales.
Mientras tanto, miles de familias buscan a sus desaparecidos, sin respuestas del Estado, sin justicia y sin verdad.
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