Capturan a “El Pantano”, autor intelectual del asesinato de líder limonero
La tarde del 20 de octubre se confirmó la detención de Rigoberto López Mendoza, conocido como “El Pantano”, un nombre que durante meses había circulado entre los productores de limón del Valle de Apatzingán como sinónimo de miedo y extorsión.
Su captura marca un punto clave en la investigación del asesinato de Bernardo Bravo Manríquez, líder limonero y activista que se atrevió a denunciar las cuotas impuestas por el crimen organizado.
Según los primeros reportes, “El Pantano” fue detenido mientras portaba tres identificaciones: dos licencias de conducir y una credencial de la Asociación de Citricultores del Valle de Apatzingán, el mismo gremio que alguna vez lideró su víctima. Esta coincidencia, para los investigadores, es más que un dato curioso: es un indicio de infiltración en las estructuras agrícolas y económicas de la región.
Rigoberto López Mendoza es señalado como jefe operativo del cobro de cuotas para Los Blancos de Troya, una célula criminal aliada tanto de Los Viagras como del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Estas alianzas, volátiles pero estratégicas, mantienen bajo control amplias zonas de Michoacán, donde los agricultores viven bajo amenaza constante.
El Valle de Apatzingán: tierra fértil y escenario de guerra silenciosa
Apatzingán, corazón agrícola de Michoacán, es también el epicentro de una pugna entre organizaciones criminales que han encontrado en el limón una fuente inagotable de ingresos. Lo que comenzó como una industria de orgullo local se convirtió, con el paso de los años, en un territorio codiciado por los grupos armados que imponen su ley a base de miedo y fuego.
Bernardo Bravo Manríquez, presidente de la Asociación de Citricultores del Valle de Apatzingán y de la Asociación Nacional de Citricultores en México, fue una de las voces más firmes contra ese control. Su denuncia pública de las extorsiones y del dominio criminal sobre el sector citrícola lo convirtió en blanco de amenazas. El 19 de octubre fue secuestrado por hombres armados y un día después hallado sin vida dentro de su vehículo, en un camino rural hacia Los Tepetates.
La ruta del poder de “El Pantano”
De acuerdo con fuentes de seguridad, “El Pantano” era originario de Aguililla, otro bastión del crimen organizado en la Tierra Caliente michoacana. Su zona de operación principal era Cenobio Moreno, un punto estratégico donde se presume que Bernardo Bravo fue retenido, torturado y asesinado. La investigación sugiere que López Mendoza no solo ejecutaba órdenes, sino que tenía control directo sobre las rutas de cobro, la distribución de cuotas y la coordinación de grupos armados locales.
El nombre de Los Blancos de Troya no es nuevo para las autoridades. Este grupo, surgido como una escisión de Los Viagras, mantiene vínculos con facciones del CJNG y participa en la disputa territorial por el control de los municipios limoneros. Las ganancias del “impuesto criminal” sobre la producción y venta del fruto se estiman en millones de pesos mensuales, un flujo económico que alimenta la violencia.
La respuesta del gobierno y el silencio de los productores
Hasta el momento, el gobierno federal no ha emitido un comunicado oficial con detalles sobre la detención. Sin embargo, se espera que en las próximas horas se informe sobre los cargos formales y las líneas de investigación que se derivarán de este arresto. Para los productores, la noticia representa una pequeña victoria, aunque acompañada de temor: muchos de ellos prefieren guardar silencio, temiendo represalias por parte de los grupos que aún operan en la región.
La Fiscalía General del Estado de Michoacán confirmó la identidad de Bernardo Bravo y aseguró que continuará colaborando con las instancias federales para esclarecer el crimen. El mensaje es claro: el asesinato de un líder social no puede quedar impune. Pero en el Valle de Apatzingán, donde los disparos son parte del paisaje, las promesas de justicia suenan a veces como un eco lejano.
Un paso hacia la justicia, entre la esperanza y el miedo
La captura de “El Pantano” representa un avance importante en la lucha contra el crimen organizado en Michoacán, pero también evidencia la profundidad del problema: los grupos criminales no solo controlan territorios, sino economías completas. Los limoneros, que alguna vez fueron símbolo de prosperidad regional, hoy son testigos de una guerra que los ha dejado entre la extorsión, el silencio y la pérdida.
El legado de Bernardo Bravo, sin embargo, sigue vivo entre quienes aún se atreven a levantar la voz. Su lucha por liberar al campo michoacano de la violencia criminal podría encontrar un nuevo impulso con esta captura, si las autoridades logran desmantelar las redes de poder que lo llevaron a la muerte.


TE PODRÍA INTERESAR