Mtro. Rafael Estrada Cano, analista Político
Así como en el mundo de los negocios, las reglas de producción y consumo hacen que la durabilidad, consistencia y calidad de los políticos no sea la mejor… usar y tirar es la regla.
Bajo la hipótesis de la “sociedad de consumo” tal como en la industria, los políticos sirven cada vez menos a los “electores” que los consumen; sin embargo, la retórica y la línea discursiva como “incentivos de consumo” hacen parecer que los estadios de “felicidad y aprobación“ para ellos, les amplían su «fecha de caducidad” y matiza los beneficios para generar más empleo.
El World Happiness Report 2024, lanzado por primera vez durante la reunión de alto nivel de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre «Felicidad y Bienestar: Definiendo un Nuevo Paradigma Económico”, evalúa y clasifica la felicidad de los países en función de una variedad de factores, tales como el bienestar social, el PIB per cápita, el apoyo social, la esperanza de vida saludable, la libertad para tomar decisiones de vida, la generosidad y la corrupción percibida; según los resultados, esta es la clasificación y puntuación de los países más felices del mundo: 1. Finlandia (7.741 puntos) 2. Dinamarca (7.583) 3. Islandia (7.525) 4. Suecia (7.344) 5. Israel (7.341), 6. Países Bajos (7.319), 7. Noruega (7.302), 8. Luxemburgo (7.122), 9. Suiza (7.060) y 10. Australia (7.057); algunas naciones latinoamericanas aparecen entre los primeros 50 del listado: Costa Rica 12°, México 25°, Uruguay 26°, El Salvador 33°, Chile 38°, Panamá: 39°, Guatemala 42°, Nicaragua 43°, Brasil 44° y Argentina 48°.
En gran parte del planeta, la etapa de incentivo al consumo tiene matices radicalmente distintos desde la propia educación cívica y la cultura política que se les brinda a los niños, adolescentes y jóvenes, ya que generalmente se les “oferta” una visión y capacidad con perspectiva abundante y sostenible, aunque tan solo sea con sus recursos limitados notoriamente expuestos ante la generalizada crisis de liderazgo y credibilidad en la nueva configuración biopolítica y económica global.
A través de la World Values Survey(WVS) podemos apreciar la “producción en masa” de sociedades tradicionales, sociedades seculares, sociedades de autoexpresión, sociedades de supervivencia, y la combinación de sociedad tradicional-autoexpresión donde el componente de “consumo desmesurado” esté presente sin distinción.
La “sociedad del crecimiento” que se construyó como resultado del mosaico etnográfico de las naciones, ha producido “consumidores insatisfechos”, ósea, pueblos hartos de las mal llamadas “clases políticas” -mano de obra- que les acompaña, quienes tal como en el ámbito financiero apuestan por la publicidad, la obsolescencia programada y el “crédito”… a la palabra, como valores de la psicología de consumo para “seducir” a los ciudadanos.
Cualquier invitación a un “crecimiento ilimitado” fue y es incompatible con un planeta conformado de políticos que difícilmente se procesarán como “productos duraderos” sino más bien, solo son “productos desechables” que cada día dejan de estar en el gusto del consumidor-elector.
Human Rights Watch, en su Informe Mundial 2024, afirmó que los líderes mundiales no han adoptado posturas firmes para proteger los derechos humanos durante 2023, un año en el que se han vivido algunas de las peores crisis y desafíos de los últimos tiempos, con consecuencias mortales. Los gobiernos deberían dejar de involucrarse en la diplomacia transaccional y hacer todo lo posible para defender los principios universales de derechos humanos.
Con la evolución del concepto “garantía” notamos una “sobre comercialización” de los sistemas de partidos políticos, cuyo efecto progresivo es que se han convertido en “productos de segunda mano” y “residuos” de sistemas políticos anacrónicos.
La crisis global de la democracia emana de los niveles de “lealtad a la marca” y “reputación corporativa” de los institutos políticos; la empresa más rentable y con estimulo económico (prerrogativas) es aquella que evita la rotación en los “hábito de consumo” y hace prevalecer su plataforma política en cualquier partidocracia gobernante.
Tal como en la economía, hasta el día que se fije el “costo real” de los recursos utilizados, o mejor dicho, se traslade al “precio” los costos ocultos: materia prima, emisión de carbono, impacto ambiental de producción y reciclaje, en la política, el “costo electoral” seguirá siendo absurdamente altísimo.
Conclusión Biopolítica
Recortar/renunciar/reducir… es la propuesta que la “Teoría del decrecimiento” observa como vía para reformar el proceso productivo en la cadena de valor global; abandonar el concepto crecimiento para reducir el daño por la huella ecológica, el despilfarro de la “sobreproducción” y el “sobreconsumo” para buscar otra forma de riqueza.
Es mentira que el concepto felicidad esté asociado con el consumo, puesto que se consume 20 veces más que otras épocas y se es 100 veces menos felices debido a la relación inversamente proporcional de los factores.
El sistema de las Naciones Unidas y su momento reformista, tiene la oportunidad de superar la obsolescencia programada que le acompaña a sus resoluciones generales, de no ser solo vinculantes, sino además jurídicamente obligatorias y sancionadoras, para así superar les daño en la legitimidad y autoridad que Israel le ha provocado al atacar a la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas en el Líbano, sin una sola repercusión.
Algunas de las nuevas causales de caducidad de la personalidad política en México deberían ser la dependencia que ejerce los órganos autónomos del poder político; a unos días de que el espíritu reformador lleve a cabo la elección de integrantes del poder judicial… Quedará como asignatura pendiente la elección de consejeros electorales del INE “verdaderamente” ciudadanos, la elección de los titulares de las Contralorías y los órganos internos de auditoría, y la llegada en las universidades públicas de una efectiva democracia directa para nombrar a sus rectorías.
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