En 1985, México emprendió un camino de reformas económicas y políticas que prometían transformar al país. Desde la estabilización de precios hasta la firma del TLCAN, estas medidas sentaron las bases para un crecimiento sostenido y, eventualmente, para la alternancia en el poder presidencial.
Sin embargo, casi 40 años después, el panorama es desalentador. Las instituciones que impulsaron la productividad están en crisis, amenazadas por la centralización del poder y un entorno económico incierto. ¿Qué ocurrió con el México de instituciones y apertura económica?
1985-2013: El auge de las instituciones
El éxito de las reformas de finales del siglo XX y principios del XXI radicó en la construcción de un marco institucional sólido. Órganos como el INEGI, el CONEVAL y la Cofece fueron diseñados para facilitar procesos transparentes, mejorar la productividad y garantizar la certeza jurídica en sectores clave.
Principales logros:
- INEGI (1983): Generación de estadísticas confiables para la toma de decisiones.
- CONEVAL (2005): Evaluación del impacto de programas sociales.
- Cofece (1993): Promoción de la competencia económica.
- IFT (2013): Regulación de telecomunicaciones y digitalización.
- INE (1990): Validez y transparencia en procesos electorales.
Estos órganos no solo aportaron certeza jurídica, sino que también impulsaron la innovación, el capital humano y la infraestructura necesaria para mantener la competitividad frente a socios como Estados Unidos y Canadá.
El impacto de las instituciones en la productividad
La productividad, entendida como la capacidad de generar valor a partir de recursos disponibles, es un motor clave del desarrollo. El andamiaje institucional facilitaba relaciones eficientes entre empresas, trabajadores y el gobierno, creando un entorno propicio para:
- Aumentar la inversión.
- Generar empleo de calidad.
- Garantizar la asignación óptima de recursos.
Sin embargo, el debilitamiento de estas instituciones amenaza con revertir los avances logrados, afectando directamente a las y los ciudadanos.
El riesgo de la centralización del poder
En los últimos años, México ha vivido un proceso de centralización de funciones en el Ejecutivo, debilitando a los órganos autónomos. Esta tendencia, contraria al espíritu de las reformas de 1985-2013, genera:
- Incertidumbre económica: Sin órganos independientes que garanticen reglas claras, la inversión extranjera y nacional disminuye.
- Desconfianza en los mercados: La falta de competencia afecta la calidad de bienes y servicios.
- Pérdida de credibilidad internacional: México, antes visto como un país de instituciones fuertes, enfrenta cuestionamientos sobre su compromiso con el estado de derecho.
Nearshoring: una oportunidad en riesgo
El nearshoring, o relocalización de empresas cerca de sus mercados principales, es una de las grandes oportunidades para México en el contexto actual. Sin embargo, aprovecharlo requiere:
- Menores costos energéticos: Garantizados por reguladores independientes como la CRE.
- Digitalización: Impulsada por el IFT para facilitar la conectividad empresarial.
- Certeza jurídica: Proporcionada por órganos como la Cofece.
Sin estas condiciones, México corre el riesgo de perder inversiones clave frente a otros países de la región.
Reconstruir las instituciones, la clave para el futuro
El México moderno no puede entenderse sin sus instituciones. Reconstruirlas será esencial para:
- Retomar la productividad creciente.
- Generar crecimiento económico sostenible.
- Saldar la deuda histórica con el desarrollo de las y los mexicanos.
El desafío es grande, pero la alternativa es clara: sin instituciones fuertes, el país seguirá rezagándose frente a sus socios comerciales y ante las demandas de su propia población.
El camino de apertura económica y fortalecimiento institucional que México emprendió hace casi cuatro décadas ha sido interrumpido. Para retomar el rumbo, es necesario recuperar la independencia de los órganos autónomos, garantizar la transparencia y apostar por políticas que prioricen la productividad y el desarrollo.
México tiene las herramientas para resurgir como una economía competitiva y equitativa, pero solo si se decide a reconstruir el andamiaje institucional que alguna vez lo definió como un país de oportunidades.
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