Democracia mexicana: una construcción compleja
La democracia mexicana, como cualquier sistema político, es un proceso vivo y en constante evolución. Sin embargo, no es lo mismo hablar de una «deriva democrática» que de una democracia que se encuentra literalmente «a la deriva». Esta diferencia crucial radica en la forma en que los sistemas políticos responden a las tensiones históricas y contemporáneas.
La democracia representativa, adoptada como modelo predominante en Occidente, se ha caracterizado por tres aportaciones fundamentales:
- Sustitución de la violencia por elecciones libres.
- Representación de la pluralidad social.
- Espacios de participación ciudadana.
En México, estas características han sido moldeadas por un contexto único de luchas sociales, fraudes históricos y reformas que buscan legitimidad.
De los candados a la sobrerregulación: el camino de las reformas
El camino hacia la democratización en México ha estado lleno de hitos como el movimiento estudiantil de 1968, los sismos de 1985 y la insurrección zapatista de 1994. Cada evento dejó huellas indelebles que fomentaron la apertura política. Sin embargo, la evolución del sistema ha caído en una trampa peculiar: la sobrerregulación.
En lugar de soltar amarras para permitir una mayor participación, las reformas políticas han sido diseñadas para blindar el sistema con candados. Desde la creación del INE, el veto a sindicatos en campañas o la prohibición de coaliciones que transfieran votos, cada cambio respondió a una coyuntura inmediata, dejando poco espacio para innovaciones estructurales.
Lecciones internacionales: la Escuela de Turín y la politología italiana
La democracia mexicana no se desarrolló en un vacío. Fue influida por pensadores como Giovanni Sartori, Norberto Bobbio y otros exponentes de la Escuela de Turín. Este grupo de politólogos italianos propuso ideas sobre cómo mejorar la representación y la calidad democrática a través de un enfoque interdisciplinario.
Sus enseñanzas aún resuenan en México, especialmente en la búsqueda de mecanismos que refuercen la representación de minorías y fomenten una democracia inclusiva. Sin embargo, las reformas recientes parecen distanciarse de estas ideas al centrarse más en solucionar problemas coyunturales que en diseñar un sistema a largo plazo.
El futuro de la democracia: ¿Qué se necesita?
El debate actual sobre el futuro de la democracia en México enfrenta dos caminos:
- Continuar con reformas fragmentadas y parches inmediatos.
- Abrir un espacio para rediseñar un sistema político que enfrente los retos del siglo XXI.
Durante su campaña presidencial, Claudia Sheinbaum sugirió un enfoque basado en la inclusión de las minorías, inspirándose en modelos como el «repechaje» utilizado en Ciudad de México. Esto abre una ventana para discutir cómo la democracia puede ser más representativa y adaptarse a las nuevas realidades sociales y tecnológicas.
El desafío: más democracia para resolver sus problemas
El gran reto de la democracia mexicana es cómo enfrentar sus debilidades sin socavar su legitimidad. Es necesario un enfoque que integre las voces de la oposición, la academia y la sociedad civil para generar propuestas viables y sustentables.
El riesgo de no hacerlo es dejar que el gobierno tome decisiones unilaterales, perpetuando un sistema que privilegia intereses de corto plazo sobre una visión de futuro.
La democracia mexicana está en una encrucijada. Es momento de decidir si queremos seguir parchando un sistema lleno de candados o si estamos dispuestos a repensar sus fundamentos para crear una democracia que no solo responda a las tensiones actuales, sino que también sea capaz de adaptarse al futuro.
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