En una mañana cargada de expectativas, Donald Trump sorprendió con un anuncio que podría marcar un antes y un después en la relación económica entre Estados Unidos y el Reino Unido. A través de su red Truth Social, el expresidente calificó el nuevo acuerdo comercial como “completo e integral”, prometiendo que consolidará los lazos bilaterales durante muchos años.
La noticia no solo llegó como un golpe de efecto en medio de una campaña electoral en ascenso para Trump, sino como un bálsamo diplomático para el primer ministro británico Keir Starmer, quien celebró el anuncio desde Londres. Mientras hablaba en una conferencia de defensa, Starmer declaró que ofrecería más detalles sobre las negociaciones en el transcurso del día.
Un acuerdo forjado entre tensiones y oportunidades
Este tratado bilateral es el primero anunciado desde que Trump comenzó a imponer aranceles a aliados históricos como Reino Unido. Los impuestos, que alcanzaban hasta el 25% en sectores clave como automóviles, acero y aluminio, habían complicado las relaciones transatlánticas desde 2018.
Ahora, el nuevo pacto promete aliviar esas cargas. Para el Reino Unido, el principal objetivo ha sido reducir los aranceles a sus automóviles y acero, productos de gran peso en sus exportaciones. Estados Unidos, por su parte, ha presionado por un mayor acceso agrícola, aunque el gobierno británico ha reafirmado que no cederá en temas como el pollo clorado ni la carne con hormonas.
Una jugada simbólica con impacto real
Más allá del alivio económico, el acuerdo simboliza una redefinición estratégica tras el Brexit. Desde que abandonó la Unión Europea, el Reino Unido ha buscado acuerdos que consoliden su autonomía comercial. Este tratado con EE.UU., su principal socio comercial fuera de la UE, es una pieza clave de esa estrategia.
Según cifras oficiales, el comercio de bienes entre ambas naciones alcanzó los 68 mil millones de dólares el año pasado. A pesar de que EE.UU. mantiene un superávit, las exportaciones británicas —sobre todo en servicios— siguen siendo cruciales para su economía.
¿Victoria para Trump o para Starmer?
Ambos líderes han sabido capitalizar políticamente el acuerdo. Trump lo presenta como una prueba de su capacidad negociadora y de su visión comercial, justo en momentos clave para sus aspiraciones presidenciales. Starmer, por su parte, evita confrontaciones directas y se posiciona como un líder pragmático, dispuesto a avanzar sin tensiones innecesarias con Washington.
El gobierno británico incluso ha evitado imponer aranceles de represalia, una medida que sí tomó la Unión Europea. Esta postura conciliadora parece haber rendido frutos.
Más allá del acuerdo: lo que viene
El tratado no resuelve todos los desafíos. Trump aún mantiene su discurso crítico sobre los déficits comerciales, y las barreras a otros productos británicos no han desaparecido. Pero el simbolismo pesa: es un mensaje al mundo de que EE.UU. y Reino Unido pueden —y quieren— rehacer sus lazos económicos desde una base renovada.
En paralelo, el Reino Unido también avanza en tratados con India y busca resolver las trabas con la UE. Starmer apuesta a que su diplomacia comercial le dará ventajas internas y externas.
Y Trump, como lo ha dicho, tiene más tratados en camino. La pregunta no es si habrá más acuerdos, sino con quién, y bajo qué términos.
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