La muerte de al menos 18 personas en un terrible accidente de autobús en la región de Junín ha enlutado al Perú. Sin embargo, detrás de la tragedia individual, emergen las sombras de una falla sistémica: carreteras peligrosas, posible negligencia empresarial y una regulación deficiente.
Una curva en la peligrosa carretera que une Tarma con Chanchamayo, en el corazón de la sierra central de Perú, se ha convertido en el escenario de una nueva tragedia nacional. Un autobús de dos pisos de la empresa «Expreso Molina», que transportaba a 66 pasajeros desde Lima hacia la selva central, se despistó y cayó por una pendiente, dejando un saldo provisional de al menos 18 personas fallecidas y 29 heridas de gravedad.
El accidente, ocurrido en el sector conocido como Shikhac, no es un hecho aislado. Es un doloroso recordatorio de los peligros latentes en las carreteras peruanas y un espejo de los problemas estructurales que aquejan al sistema de transporte interprovincial del país. La tragedia se vio agravada por una cruel ironía: ocurrió en vísperas del aniversario de la fundación de Tarma, transformando la celebración en luto.
Falla de frenos: ¿Accidente o negligencia?
Las primeras investigaciones apuntan a una causa que resuena con demasiada frecuencia en este tipo de siniestros: una falla mecánica. Según informes, el conductor del vehículo, quien habría sobrevivido al impacto, declaró a las autoridades que los frenos del autobús fallaron.
Esta declaración, de confirmarse, desvía el foco de un simple «accidente» hacia una posible «negligencia». La pregunta que ahora exigen responder los familiares de las víctimas y la opinión pública es si el vehículo de la empresa «Expreso Molina» contaba con el mantenimiento adecuado y cumplía con todas las normativas de seguridad para operar en una ruta de alta complejidad geográfica como la Carretera Central.
El síntoma de una enfermedad mayor
La tragedia de Junín es el síntoma más reciente de una enfermedad sistémica que afecta al transporte en Perú. La combinación de factores letales es evidente:
- Infraestructura Peligrosa: Carreteras sinuosas, de un solo carril en muchos tramos y con precipicios sin las debidas barreras de contención.
- Fiscalización Deficiente: Una supervisión laxa sobre el estado mecánico de las flotas de autobuses y las condiciones laborales de los conductores.
- Informalidad y Competencia Desleal: Un mercado donde muchas empresas operan con estándares mínimos de seguridad para reducir costos.
Este evento no puede ser recordado solo por el número de víctimas. Debe servir como un catalizador para un debate nacional sobre la urgencia de una reforma profunda en el transporte terrestre. No se trata de un fatalidad inevitable, sino de la consecuencia previsible de un sistema que ha normalizado el riesgo.
El clamor por justicia y responsabilidad
Mientras los equipos de emergencia del SAMU, la Policía y los Bomberos concluían las heroicas pero dolorosas labores de rescate , un clamor por justicia comenzó a tomar forma. La investigación ahora debe centrarse no solo en las causas inmediatas del siniestro, sino en la cadena de responsabilidades.
La empresa «Expreso Molina» está en el ojo del huracán. Su historial de seguridad, sus protocolos de mantenimiento y su responsabilidad en la tragedia serán objeto de un riguroso escrutinio. Para las familias que hoy lloran a sus seres queridos, el único consuelo posible será la certeza de que se hará justicia y que se tomarán las medidas necesarias para que una tragedia de esta magnitud no vuelva a repetirse en las carreteras del Perú.
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