Una jornada sangrienta en medio de presiones internacionales

Rusia volvió a intensificar sus ataques sobre territorio ucraniano en una ofensiva que dejó al menos 27 civiles muertos, incluidos una mujer embarazada de 23 años y 16 prisioneros. Los ataques coincidieron con el ultimátum de Donald Trump al Kremlin para frenar la guerra antes del 8 de agosto, lo que marca un nuevo punto de tensión internacional en el conflicto. Ucrania acusa al ejército ruso de haber ejecutado bombardeos deliberados contra objetivos civiles, mientras Moscú niega estos señalamientos.

Bombardeo mortal contra una prisión en Zaporiyia

Uno de los ataques más graves ocurrió en la región sureste de Zaporiyia, donde cuatro bombas planeadoras impactaron la prisión de Bilenkivska, provocando la muerte de al menos 16 reclusos y dejando más de 90 personas heridas, según el Ministerio de Justicia ucraniano. Entre los heridos, 42 presos fueron hospitalizados con lesiones de gravedad.

El presidente Volodímir Zelensky condenó enérgicamente el ataque, calificándolo de “intencionado y dirigido a civiles”, y aseguró que “los rusos sabían perfectamente lo que estaban bombardeando”. Las imágenes difundidas por las autoridades muestran instalaciones destruidas, techos colapsados y restos esparcidos, aunque se aclaró que no hubo fugas, ya que la infraestructura perimetral de la prisión se mantuvo intacta.

Hospital de maternidad atacado en Dnipro

Otra de las zonas golpeadas fue la ciudad de Dnipro, en el centro de Ucrania. Allí, misiles rusos impactaron un hospital de maternidad y una sala de hospitalización, lo que provocó la muerte de al menos tres personas, incluida una mujer embarazada. Autoridades locales también reportaron muertos y heridos en otras áreas de la región, producto de ataques a infraestructura civil, incluyendo una tienda de comestibles en Járkov y viviendas en Jersón.

Según el presidente Zelensky, en una sola noche fueron bombardeadas 73 localidades en todo el país. En su cuenta oficial de Telegram, escribió: “Estos fueron ataques conscientes y deliberados, no accidentales”.

Trump lanza ultimátum al Kremlin: presión o provocación

La ofensiva rusa tuvo lugar justo un día después de que el expresidente estadounidense Donald Trump lanzara un ultimátum público a Rusia, instando al Kremlin a detener su ofensiva militar en un plazo de 10 días, bajo amenaza de aplicar nuevas sanciones y aranceles si no hay avances hacia la paz antes del 8 de agosto.

“Estoy decepcionado con el presidente Putin”, dijo Trump desde Escocia, subrayando que todos los actores involucrados necesitan paz: “Ucrania, Europa, Estados Unidos… todos excepto Rusia”.

La advertencia provocó respuestas encontradas. Por un lado, Zelensky celebró la presión internacional: “Los líderes responsables saben que no se puede permitir que la guerra se normalice”. Por el otro, Moscú reaccionó con dureza: el exmandatario ruso Dmitry Medvedev advirtió a Trump que no “juegue al juego del ultimátum”, sugiriendo que medidas así podrían “llevar a una guerra directa con Estados Unidos”.

El Kremlin justifica los ataques y amplía su ofensiva

En contraste con las acusaciones ucranianas, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, reiteró que las fuerzas rusas “solo atacan objetivos militares o relacionados con el ejército”. No obstante, reconoció que Moscú ha “tomado nota del ultimátum de Trump” y aseguró que sigue comprometido con una “solución pacífica”.

Mientras tanto, el Ministerio de Defensa ruso informó que sus tropas avanzaron en las regiones de Donetsk y Zaporiyia, capturando nuevas localidades. Estas maniobras forman parte de lo que muchos analistas califican como una “guerra de desgaste”, caracterizada por altos costos humanos y materiales para ambos bandos.

El Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW), con sede en Washington, advirtió que el Kremlin sigue enmarcando la guerra como un enfrentamiento directo con Occidente para movilizar apoyo interno y justificar la escalada militar.

Entre la tragedia humanitaria y la geopolítica

Los recientes ataques rusos, sumados a las advertencias internacionales, evidencian la creciente complejidad geopolítica de la guerra en Ucrania. La muerte de civiles, incluidos reclusos y una joven embarazada, ha despertado una ola de condenas en redes sociales y organismos internacionales, mientras la presión diplomática desde Washington añade una nueva capa de tensión al conflicto.

El mensaje es claro: el tiempo corre, y mientras se trazan líneas rojas desde Occidente, el alto costo humano sigue acumulándose en el campo de batalla. La pregunta que flota es si este nuevo episodio marcará el inicio de una verdadera negociación de paz… o de una escalada aún mayor.