domingo, diciembre 21, 2025

Reino Unido baja la edad de voto a 16 años y desata una guerra política

El Reino Unido se prepara para la mayor reforma de su sistema electoral en más de medio siglo. El gobierno laborista ha confirmado su plan para reducir la edad de voto de 18 a 16 años antes de las próximas elecciones generales. La medida, que añadirá 1.5 millones de jóvenes al censo electoral, ha sido celebrada como un avance democrático pero duramente criticada por la oposición como una “toma de poder” cínica.

Una nueva generación de votantes está a punto de irrumpir en la escena política británica. El gobierno del Reino Unido ha dado el paso definitivo para cumplir una de sus promesas electorales más significativas: rebajar la edad mínima para votar en las elecciones nacionales a los 16 años. Esta reforma, que deberá ser aprobada por el Parlamento, se implementará antes de los próximos comicios generales, previstos para 2029 a más tardar, y promete redefinir el equilibrio de poder político en el país.

La reforma: 1.5 millones de nuevos votantes

La nueva ley otorgará el derecho al voto a aproximadamente 1.5 millones de jóvenes de 16 y 17 años en todas las elecciones de ámbito nacional. Esta medida unifica el criterio en todo el Reino Unido, ya que Escocia y Gales ya permiten votar a esta edad en sus elecciones autonómicas y locales.

El gobierno defiende la medida como una cuestión de justicia y coherencia. La Ministra de Democracia, Rushanara Ali, argumentó: «Los jóvenes pueden trabajar a los 16, pagar impuestos y alistarse en el ejército. No hay razón para que no tengan derecho a opinar sobre quién les representa».

La batalla política: ¿Avance democrático o «manipulación del sistema»?

La propuesta ha desatado una tormenta política. Mientras que el gobierno la presenta como una forma de «fortalecer la democracia» y «romper barreras a la participación», la oposición conservadora y el partido de derechas Reform UK la han calificado de maniobra partidista.

El exministro conservador James Cleverly acusó al Partido Laborista de impulsar el cambio porque está «hundiéndose en las encuestas», mientras que el líder de Reform UK, Nigel Farage, lo llamó un intento de «manipular el sistema».

La acusación de la oposición se basa en una realidad demográfica innegable: la enorme brecha generacional en el voto británico. Los datos de las últimas elecciones generales de 2024 son reveladores:

  •  Solo el 8% de los jóvenes de 18 a 24 años votó por el Partido Conservador.
  •  En contraste, el 79% de ese mismo grupo de edad apoyó a partidos de izquierda progresista (Laboristas, Liberal Demócratas, Verdes, etc.).
  •  La edad media de un votante conservador es de 63 años, mientras que la de un votante laborista es de 46.

Estos datos alimentan la narrativa de que el gobierno laborista no está actuando por principios democráticos, sino por un cálculo electoral cínico para asegurarse una ventaja futura al incorporar a un electorado que le es abrumadoramente favorable.

«A diferencia de nuestros oponentes, este gobierno laborista no huye de una generación que está hambrienta de cambio», afirmó la Viceprimera Ministra, Angela Rayner, defendiendo la medida.

¿Qué dice la evidencia internacional?

El debate sobre el «voto a los 16» no es exclusivo del Reino Unido. Países como Austria, Brasil y Ecuador ya lo permiten. Los estudios sobre los resultados en estos lugares ofrecen una perspectiva interesante.

Investigaciones en Escocia (referéndum de 2014) y Austria (elecciones de 2013) mostraron que la participación electoral entre los jóvenes de 16 y 17 años fue superior a la del grupo de 18 a 24 años. Los expertos sugieren que esto se debe a que a los 16 años, los jóvenes se encuentran en un entorno más estable (viviendo en casa y asistiendo a la escuela), lo que facilita su primer contacto con las urnas y puede ayudar a crear un hábito de voto para toda la vida.

Por lo tanto, aunque el beneficio político a corto plazo pueda ser para el Partido Laborista, el impacto estructural a largo plazo podría ser una revitalización de la participación juvenil, un problema crónico en la mayoría de las democracias occidentales. La medida, independientemente de su motivación, se convierte en un crucial experimento democrático.

La reforma se acompaña de otros cambios, como el registro automático de votantes y la aceptación de tarjetas bancarias como identificación en los colegios electorales, revirtiendo una polémica ley anterior que exigía un documento con foto. Juntas, estas medidas representan la mayor sacudida al sistema electoral británico desde 1969 y garantizan que la voz de la juventud resonará con más fuerza que nunca en la política del país.

Paloma Franco
Paloma Franco
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