Desde Roma. Mientras las sirenas antiaéreas suenan en Tel Aviv y los cielos de Teherán se iluminan por explosiones, en la basílica de San Pedro resuena una voz serena, pero urgente. El Papa León XVI ha llamado a detener la espiral de violencia entre Israel e Irán. Su mensaje no es solo espiritual; es un grito político con eco mundial.
Una audiencia marcada por el temor y la esperanza
La audiencia jubilar del sábado no se realizó en la tradicional Plaza de San Pedro. El calor extremo obligó a trasladarla dentro de la basílica. Pero fue el clima geopolítico, no el meteorológico, el que dominó el ambiente.
“En estos días nos llegan noticias que nos dan mucha preocupación”, inició el pontífice. Luego, con gesto solemne, instó a los líderes del mundo a actuar con “responsabilidad y razón”.
Un llamado frente a la amenaza nuclear
Horas antes, Israel había lanzado un bombardeo sin precedentes sobre instalaciones nucleares iraníes, usando aviones y drones infiltrados. La respuesta de Irán no tardó: misiles cruzaron el cielo rumbo a Jerusalén y Tel Aviv.
En ese contexto, el Papa pidió “construir un mundo más seguro y libre de la amenaza nuclear mediante el diálogo y la reconciliación”.
Su frase más contundente resonó entre los fieles:
“Nadie tendría que amenazar jamás la existencia de otro”.
Diplomacia contra fuego cruzado
No fue el único líder mundial en alzar la voz. António Guterres, secretario general de la ONU, publicó en X (antes Twitter):
“Bombardeos israelíes sobre sitios nucleares iraníes. Impactos de misiles iraníes sobre Tel Aviv. Basta de escalada, es hora de parar”.
Pero el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, no mostró señales de retroceso. Declaró que Irán “cruzó líneas rojas” y advirtió: “Hay más en camino”.
En Teherán, las autoridades juraron una “respuesta aplastante”. La diplomacia parece estar en pausa, y los misiles hablan por ahora.
La voz moral del Vaticano
En medio del caos, el Papa León XVI ofrece un mensaje distinto. Apela a la justicia, a la fraternidad, al bien común. No se trata solo de frenar una guerra, sino de impedir el colapso moral de la humanidad ante la amenaza nuclear.
Su intervención busca algo más que la paz entre dos naciones: llama a construir un orden global basado en el respeto mutuo y la dignidad humana.


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