El pontificado del Papa Francisco se caracterizó por un estilo comunicativo directo y una marcada preocupación por temas sociales y económicos, lo que generó diversas controversias.
En relación con la homosexualidad, si bien mostró una actitud más abierta y comprensiva hacia la comunidad LGBTQ+, sus declaraciones suscitaron debate.
En 2013, durante una conferencia de prensa en un vuelo de regreso de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, el Papa Francisco respondió célebremente a una pregunta sobre sacerdotes homosexuales con: «Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgar?».
El Papa mantuvo consistentemente la enseñanza de la Iglesia de que los actos homosexuales son pecaminosos. Sin embargo, también enfatizó que la orientación homosexual en sí misma no es un pecado y subrayó la importancia de acoger y respetar a las personas LGBTQ+.
Esta declaración fue ampliamente interpretada como un cambio significativo en el tono, señalando un enfoque más misericordioso y de aceptación. Aunque fue interpretada por muchos como un avance, su postura sobre el matrimonio igualitario se mantuvo conservadora.
En contra del capitalismo
Francisco también criticó fuertemente el sistema capitalista, especialmente en relación con su impacto en el medio ambiente y la justicia social.
En su encíclica “Laudato Si” de 2015, afirmó que «el capitalismo mata», responsabilizándolo de la degradación ambiental y la desigualdad social.
El Papa Francisco también ha denunciado repetidamente la codicia y el consumismo desenfrenado. En otras ocasiones, calificó al dinero como «excremento del diablo», argumentando que conduce a la explotación de los trabajadores, la degradación ambiental y la desigualdad social.
Las críticas del Papa al capitalismo fueron elogiadas por muchos que comparten su preocupación por la justicia social y el medio ambiente, pero no estuvieron exentas de críticas, argumentando que sus declaraciones son simplistas, poco prácticas o incluso marxistas.
El aborto, una línea roja
El aborto fue una línea roja constante en su papado, calificándolo de «asesinato» y criticando su legalización, reafirmando así la postura tradicional de la Iglesia Católica. Su postura se basaba en la creencia fundamental de que la vida humana comienza en el momento de la concepción, y por lo tanto, el feto es un ser humano con derecho a la vida.
Su afirmación de que «para ser un mal cristiano, es mejor ser ateo» también generó controversia, al expresar que un ateo que actúa con bondad está más cerca de Dios que un cristiano sin rectitud.
En cuanto al extremismo religioso, condenó la violencia en nombre de Dios con la frase «no es cristiano hacer la guerra por Dios», una crítica al extremismo islámico y a las guerras históricas defendidas por la Iglesia. Recientemente, sus declaraciones sobre el rol de la mujer, al afirmar que «es feo cuando la mujer quiere hacer de hombre», fueron consideradas sexistas.
Estas polémicas evidenciaron la tensión entre la tradición de la Iglesia Católica y los desafíos del mundo moderno, así como las diversas interpretaciones de sus palabras.


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